5. La Magia Despierta

El viento frío se colaba por la grieta de la cueva. Las sombras entre los árboles se movían. Ojos brillaban en la oscuridad. Aullidos retumbaban en la noche.

Raven se abrazó a sí misma, aún sintiendo el calor residual de la noche anterior en su piel… y el peso invisible de la profecía latiendo bajo su vientre.

Su cuello ardía. La marca brillaba como si algo en su interior hubiera despertado.

¿Y si era verdad? ¿Y si ese hijo… ya vivía dentro de ella?

—Vienen cinco —gruñó Darius, tensando el cuerpo junto a ella—. Alfas de la Manada Gris. Viejos enemigos. Los más letales.

Los ojos grises del lobo la miraron con intensidad brutal.

—Tienes que correr —ordenó—. Ahora.

—No —respondió Raven con voz baja, temblorosa pero firme—. No voy a dejarte. No otra vez.

Él gruñó, frustrado, su bestia vibrando bajo la piel.

—No sabes pelear. No sabes controlar lo que eres.

—Pero puedo sentirlo —murmuró ella, apretando el puño sobre el pecho—. Algo despierta en mí. Lo oigo… una voz vieja… palabras que no entiendo… pero que laten en mi sangre.

Darius palideció.

—¿Oyes las Voces de la Sangre?

Ella asintió. El fuego en sus venas ardía. Su piel hormigueaba. Su cuerpo vibraba con una energía oscura, viva.

—¿Qué significa?

Él tragó saliva, la mirada grave.

—Que eres una bruja completa. Que la magia de sangre ha despertado en ti… antes de tiempo.

Un aullido brutal sacudió la cueva. Piedras cayeron desde el techo. Los enemigos estaban cerca.

Raven cerró los ojos. En su mente, una lengua extraña murmuraba. Vieja como la tierra. Fuerte como la luna llena.

“Vena mortis… cor noctis…”

No entendía esas palabras… pero su cuerpo sí.

El primer lobo irrumpió en la entrada de la cueva.

Negro. Enorme. Sus colmillos chorreaban baba. Ojos rojos. Furia pura.

Darius gruñó, transformándose de nuevo. Su cuerpo cambió en segundos, huesos crujieron, piel se rasgó, hasta ser el lobo gigantesco de pelaje oscuro. Rugió con furia, protegiéndola.

Pero Raven alzó una mano sin pensarlo. Su palma ardía, brillaba con luz rojiza.

El lobo enemigo frenó en seco.

—¿Qué…? —susurró Darius mentalmente, sorprendido—. ¿Raven?

Las palabras salieron solas de sus labios:

Ex sanguis, ex tenebris… vinculum ruptum!

El aire tembló.

El lobo enemigo aulló de dolor. Su cuerpo se arqueó, sus patas fallaron… y cayó de lado, jadeando. Sus colmillos goteaban sangre oscura. La marca de su manada en el cuello ardía como fuego.

—¡La estás rompiendo! —gritó Darius en su mente—. ¡Rompes el lazo de manada!

Otro lobo apareció. Luego otro. Cinco en total.

Pero todos se frenaron, asustados. Miraban a Raven con terror en los ojos. No a Darius. A ella.

El viento en la cueva giró. Las palabras antiguas salían solas de su boca, cargadas de poder.

“Sanguis matris… cor ruptum… pactum fractum…”

El aire se volvió espeso. Las rocas vibraron. Los lobos enemigos aullaron de miedo. Uno retrocedió. Otro cayó de rodillas, su cuerpo convulsionando. Las marcas de manada en sus cuellos ardían como brasas.

—¡Es imposible! —gruñó uno de ellos, en forma humana—. ¡Una bruja de sangre no puede existir!

Pero existía.

Raven alzó la otra mano.

El lobo líder dio un paso hacia atrás, temblando.

—¡Detente! —gritó—. ¡No sabes lo que haces!

—Sí —dijo Raven, con la voz cambiada. Más grave. Más antigua—. Sé exactamente lo que hago.

Abrió la palma.

Luz roja. Fuego líquido. Poder puro.

Los cinco lobos cayeron al suelo. Aullando. Las marcas de manada se apagaron en sus cuellos como velas muertas. Sus cuerpos se arquearon, gimiendo… derrotados sin que Darius moviera una garra.

El Alfa lobo volvió a su forma humana con un gemido lastimoso.

—¿Qué… qué eres tú? —jadeó, cubriéndose el rostro—. Bruja… demonio…

Raven bajó la mano, el poder apagándose. Su cuerpo tembló de agotamiento. Las rodillas le fallaron.

Darius, ya en su forma humana, la atrapó en sus brazos antes de que cayera.

—Raven… —murmuró, con asombro en la voz—. Acabas de romper un pacto de manada. Algo que ni los Alfas pueden hacer.

Ella lo miró, sudando, débil.

—Yo… no sé cómo… —susurró—. Las palabras salieron solas…

Él la sostuvo con fuerza contra su pecho.

—La Profecía es cierta. Eres la bruja de sangre renacida. Eres… más poderosa de lo que jamás imaginé.

Los enemigos yacían en el suelo, derrotados. Desarmados. Sin manada. Sin rumbo. Como lobos solitarios perdidos.

—¿Vas a matarnos? —jadeó uno de ellos.

Raven lo miró con frialdad.

—No hoy. Idos. Llevad este mensaje a quien los envió: la bruja de sangre ha despertado… y no está sola.

Los lobos se arrastraron fuera de la cueva, rotos.

El silencio cayó.

Darius la sostuvo con ternura salvaje.

—¿Sabes lo que has hecho? —susurró.

Ella negó, respirando con dificultad.

—No… pero se sintió bien.

Él sonrió, oscuro, su mirada quemando la suya.

—Eres peligrosa, Raven Carter.

—Lo sé —susurró ella, sonriendo débilmente—. Por eso me quieres.

Darius rió bajo, besando su frente con una ternura feroz.

—Por eso… y porque eres mía. Pero no solo por lo que puedes hacer… sino por quién eres cuando nadie te mira.

Raven cerró los ojos. Su cuerpo agotado. Su alma aún temblando.

—Aunque el mundo entero se vuelva en tu contra —murmuró él—, yo estaré a tu lado.

La batalla había terminado.

Pero la guerra… apenas comenzaba.

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