No pude ir a la empresa. Mi cuerpo y mis manos tiemblan. Cada vez que miro las fotos de Dayanara y Leo, mi interior se desgarra en un mar de sentimientos encontrados.
—¿Cuándo me enamoré...?—
Me grito a mí misma.
—Se suponía que no podía enamorarme... pero me duele tanto...—
Me miro en el espejo, pero apenas puedo ver. Mis ojos están hinchados y rojos.
No he podido comer, todo lo vomito.
Él me llamó varias veces, me escribió, pero no tengo el valor de contestarle. Me siento destrozada. Y yo que pensé que la ruptura con Ángel me había dejado sin aliento... esto se siente como un cuchillo sin filo que intenta desgarrarme la carne.
Odio este sentimiento.
Odio sentirme tan mal.
Camino hasta el clóset y tomo uno de sus trajes. Huele a él. Me dejo caer con cuidado en el suelo y lloro mientras su aroma me envuelve.
—Qué estúpido es buscar consuelo en quien te lastima... Te odio, Leo. Odio haberte conocido, te odio porque me mentiste, te odio porque... la elegiste a ella—
Aún recue