—Yo tendría que meterte un balazo en tu maldito vientre.— Yesenia observaba a su hermana desmayada sobre el suelo. La estaba apuntando con el arma de fuego con un brazo tembloroso, —¿Por qué fuiste capaz de hacerme esto? Tantos hombres en el mundo y vienes a meterte con el que yo más amo, ¿Por qué?
Yesenia apretó sus labios y con una expresión de frustración regresó el arma de fuego a su lugar. Después se volvió a poner de cuclillas y comenzó a darle leves palmadas en las mejillas a su hermana menor.
—¿Qué pasó?— Ariadne comenzó a abrir los ojos de manera lenta. Su tono de voz dejaba en evidencia que estaba llena de confusión y con malestar.
—Te desmayaste.— Contestó Yesenia con dulzura y disimulada preocupación, —No me gusta para nada eso de tus desmayos contínuos.
—Eso de seguro es el estrés y la falta de buena alimentación.— Agregó Ariadne, colocándose de pie con la ayuda de su hermana.
—Cada vez que te desmayas me das un argumento diferente.— Dijo Yesenia, ayudándola a sentarse en