[En realidad, hay muchas cosas que quisiera decirte, pero no sé por qué, al momento de enviar este mensaje, me quedé en blanco y no pude expresar ni una sola palabra.
Ahora estoy en camino al extranjero con mis padres; estamos a punto de dejar Yacuanagua. Quizás en el futuro, si el destino lo permite, nos volveremos a ver.
Por supuesto, estoy seguro de que nos volveremos a ver. En esta próxima reunión, no estaré tan desastrado. Te quiero, de verdad, de corazón. Me alegra saber que has crecido feliz y en paz.
Mariana, hola, soy Eduardo.
Al recordar todo lo que ha sucedido en estos años, tengo mil y una disculpas en la punta de la lengua. Pero sé que esas palabras son insuficientes. Tal vez estés cansada de escuchar disculpas, y entiendo que no resolverán nada. Pero aun así, debo decírtelo: lo siento.
Te pido perdón, y lo mismo hace Jimena. Papá Fabio y mamá Hadya también se disculpan contigo. Hemos hecho demasiadas cosas que te han lastimado. Al reflexionar sobre eso, sin importar si pe