—¿Me estás elogiando?
De repente, Walter se sintió como un tonto frente a Mariana. No entendía si las palabras eran buenas o malas; solo sabía que, con Mariana frente a él, mirándola, se sentía satisfecho.
Mariana notó que Walter parecía haber salido sin su cerebro ese día. Bueno, no lo iba a tomar a broma más.
Poco después, el camarero trajo la comida. El sonido del violonchelo llegaba suavemente a sus oídos, muy agradable. Era una noche tranquila y rara, y Mariana también estaba cansada últimamente. Disfrutar de la ternura se sentía muy bien.
Mariana estaba a punto de cortar el foie gras cuando Walter le pasó un trozo de filete.
—Prueba esto, está muy bueno —dijo él.
Mariana miró a Walter. Él no había tomado ninguna, sino que la miraba para que ella lo probara primero.
Mariana frunció los labios; no quería desilusionarlo. El sabor era realmente bueno.
Walter, al ver que le gustaba, le cortó dos trozos más y le dijo: —Si te gusta, podemos venir a menudo.
—¿Vienes a menudo? —le pregunt