Eduardo se distrajo un momento y, al pasar junto a Mariana, la rozó levemente en el brazo. Mariana detuvo sus pasos, observando a las enfermeras y médicos que corrían hacia la sala de emergencias. Su corazón comenzó a latir con fuerza.
Mariana frunció el ceño y colocó lentamente su mano sobre el pecho, sintiendo una extraña punzada. Era una sensación inusual, diferente al dolor desgarrador que había sentido al divorciarse de Walter; era como si estuviera conectada a algo profundo y misterioso.
Se acercó a la oficina de emergencias, sintiéndose un poco desanimada.
Pero se esforzó por sonreír y le dijo a Eva, quien estaba revisando unos documentos: —Eva, vine a recoger los medicamentos de mi abuela.
—Están en el armario de adentro —Eva señaló hacia el interior.
Mariana asintió.
De repente, alguien llamó a Eva desde afuera. —¡Eh, espera un momento, ya lo encuentro!
—¡Apúrate, llama a alguien más para que busque! —insistió la voz exterior.
Eva se puso nerviosa, y algunos papeles se le caye