Mis pensamientos se remontan a mi infancia, a una época en la que la vida era más simple, pero infinitamente más difícil. Recuerdo la forma en que mi padre irlandés murmuraba algo tierno en la vieja lengua a mi madre cada mañana, justo antes de salir por la puerta para trabajar hasta los huesos para nuestra familia.
No teníamos casi nada, raspando con lo poco que podía traer a casa. Lo vi trabajarse en el suelo, su cuerpo desgastado y su espíritu agotado, solo para morir mientras vivía: sobrecargado de trabajo, mal pagado y todavía arruinado. Ese día, hice un voto. Me abriría camino hacia algo mejor. No moriría así.
Mis dos hermanos de armas más cercanos estuvieron a mi lado desde el principio. Nos levantamos juntos. ¿Y ahora? Ahora gobernamos el inframundo con manos limpias y trajes a medida. Caras de cuello blanco, raíces del mercado negro. No te equivoques: el crimen paga, y cualquiera que diga lo contrario está mintiendo o tiene demasiado miedo de admitir la verdad.
Pero eso no si