CAPÍTULO 2
“Ahora", gruñe, tirándome por encima de su hombro como si no pesara nada. No le importa que le esté gritando que pare. La lata de maza vacía se me escapa de la mano y golpea al suelo. Estoy colgando boca abajo, mi estómago presionado sobre un hombro duro como una roca, al menos seis pies y medio en el aire. Me giro, tratando de agarrar cualquier cosa para golpearlo, pero no encuentro nada.
"No sé qué crees que estás haciendo, ¡pero puedes bajarme ahora mismo! ¡Alguien va a llamar a la policía!"
Es una mentira. Uno grande. Todos mis vecinos están fuera o muertos de sueño. Nadie me va a salvar.
Golpeo mis puños contra su espalda fuerte y ancha, pero él solo se ríe. Mis golpes son inútiles, como golpear una pared.
En poco tiempo, estaremos afuera. El aire frío golpea mi piel. Mi bata está colgando de lado, mostrando demasiado. Me deja al lado de una larga limusina negra como si no fuera más que un saco de basura. Un hombre con un traje afilado está de pie en la puerta abierta,