Sus párpados se abren, y estoy momentáneamente perdido en lo más profundo de esos ojos, los mismos ojos que casi no pude volver a ver. El peso de lo que casi perdemos me afecta.
"No te volverás a poner en ese tipo de peligro, Katriona. ¿Me escuchas? Si algo te pasa, si mueres, todos morimos contigo.
"Juro que no lo haré", responde suavemente.
Me cambio y rodo de lado, llevándola conmigo hasta que nos presionan cerca, piel con piel, de corazón a corazón. Por un momento, solo respiramos. Ella deja que sus dedos deslicen ligeramente a través de mi pecho, trazando la cicatriz dentada como si la memorizara.
Ella se apoya en un codo, mirándome con una mirada que roba el aire de mis pulmones. En ese momento, nunca he visto nada más impresionante. El orgullo se levanta en mí como una marea. La bebo dentro, la mujer que ahora me usa, por dentro y por fuera. Ya puedo imaginar su vientre, redondo y lleno con nuestro hijo. No importa de quién, niño o niña, serán nuestros. Serán apreciados.
"¿Cuál