Después de esa frase, Scott dejó a Scarlett en la habitación, y tomándose su tiempo, ella solo regresó a la fiesta después de unos minutos para calmarse.
Sebastián la esperaba junto a la puerta.
—¿Cómo va la puesta al día? —pregunta cuando Scarlett pasa a su lado, lanzándole una mirada despreocupada.
—¿Tienes algún problema con eso? —Scarlett se vuelve hacia él, frunciendo el ceño.
Sebastián se ríe. Inclina un poco la cabeza, sus ojos curvos llenos de un brillo alegre. El tiempo ha dejado su huella en el rostro del hombre, marcando ligeras arrugas en las comisuras de sus expresivos ojos, pero también ha afilado su mandíbula. Ya no es el muchacho que ella una vez admiró, ni el joven multimillonario que ocupa los sueños de las chiquillas tontas.
Ahora es un hombre. Uno que lleva peso sobre sus hombros y una historia detrás de esos ojos profundos. Ya no es el imprudente que no sabía cómo tratar a las personas, ni el marido tan mimado por el amor que no podía reconocerlo.
Ahora conoce su c