Cap 59. Unidos en el amor, más unidos en la guerra
El viento ha cambiado.
Desde que dejan atrás los últimos riscos del paso de Eiran, Alejandro lo siente. El aire ya no huele a pinos ni a tierra húmeda. Ahora huele a hierro, a sangre anticipada. Hay un hedor sutil que parece emanar de la propia tierra.
Esa noche, mientras el campamento de Elyndor duerme con sus centinelas alertas, una niebla espesa comienza a deslizarse entre los árboles. Nadie la ve llegar. Nadie la oye susurrar.
Pero pronto, cada antorcha que toca se extingue. Cada caballo resopla nervioso, golpeando los cascos contra el suelo. Un murmullo, como miles de voces lejanas, flota en el viento, susurrando en lenguas olvidadas.
Eleonora es la primera en sentirlo.
Despierta de golpe, sudorosa bajo su manto de viaje. Su mano instintivamente busca el mango de su espada, aún antes de comprender por qué su corazón late como un tambor de guerra.
—Alejandro —susurra, saliendo de su tienda.
Él ya está afuera, completamente vestido, espada desenvainada, con la mirada clavada en la