Capítulo 87.
Mateo pasó los días siguientes viendo a su adicción de lejos, enviando a sus empleados a recordarle que debía tener cuidado en todo, pues Harper no comprendía que de ella dependía…tanto.
Lejos estaba segura, porque si antes la tocaba con ganas, el enfermizo deseo que ahora tenía era casi horripilante. La abstinencia golpeaba duro y la codicia sólo le sumaba peso.
Nadie querría algo cómo eso sobre sí.
Se ocupó en múltiples tareas durante la semana en la que evitó a toda costa volver por las noches. Aunque no siempre funcionaba. Ambos lo sabían y disimulaban saber lo que el otro hacía. Desayunos en silencio…juntos. Extrañamente se estaban acostumbrando a ellos. ¡¿No podía su cabeza entenderlo?! No tenían que acercarse más.
Las miradas se conectaban, las respiraciones se atraían y cada vez que se encontraban, la habitación parecía encogerse. Poner distancia les costaba cada vez más. Dolía la distancia, pero los haría estallar si caían.
—Vas muy bien, Exquisito mal— elogió el m