Capítulo 207.

Uno de los cazadores se adelantó. No dijo palabra. Levantó un machete dentado, acelerando los pasos. Movió su arma en el aire con habilidad, como si estuviera midiendo el cuello del Coloso sin tocarlo todavía.

—¿No van a hablar? ¿No hay discurso dramático? ¿Ni una orden de su amo? —se burló, aunque la voz ya le salía más ronca. —Espero que sirvan para algo, porque lo que tienen enfrente no es un inútil —dijo encarándolos, bajando la mirada como un toro antes de embestir—. Es el maldit0 Coloso, grandes hijos de la chingada. Y me voy a llevar a uno, ¡aunque sea al infierno conmigo!

El primero se lanzó. Pero no fue suficiente.

El Coloso se movió, golpeó y la pelea comenzó como un relámpago en medio del caos. Otro más avanzó al verlo distraído, un tercero y un cuarto se movió, con la idea de destrozarlo en menos tiempo. El mexicano sintió el filo cortando su pierna y su grito no se hizo esperar, pero tampoco su respuesta. Usando las dos manos, impulsó sus fuerzas y enterró la punta del pa
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