VIII - Chismes en pijamadas

Durante el día de Nochebuena, estuvo en video chat con su hermano mayor. Luego compró algunas cosas para tener una cena sola en su piso. Primer año en donde comía comida china un veinticinco de diciembre. Mientras cenaba esa noche, escuchaba Caruso, un clásico italiano. La hacían sentir en casa. Vio algunas películas en la noche acurrucada en su sofá mientras abrazaba su peluche de perro. Se quedó dormida con la televisión encendida y en el sofá.

Al siguiente día, llegó al piso de Kat a las horas de la tarde, ambas chicas estaban en pijama y comían helado mientras veían Crepúsculo. –Te juro que odio esa película. –Dijo Kat entre risas. –Mejor apaguemos esta cosa y hagámonos manicura. Por cierto, te tengo un regalito de navidad. –Sacó del bolsillo de su bata una pequeña cajita y la extendió a Lía. –Sé que estás muy lejos de casa y seguro te has de sentir muy sola.

-Grazie. –Sonrió. –No tengo nada para ti, lo siento. –Tomó la caja en sus manos y la pegó a su pecho. –Solo cambia la película K. A mí me gusta mucho más ver comedias románticas.

-Gracias al cielo. ¿Sabes que a Stacy le encantan estas películas?

-No, y no me importa. –Lía abrió la cajita encontrándose con un pequeño collar, el camafeo con forma de corazón tenía grabada la silueta de su país natal. –Gracias Kat. Es hermoso. –Se lo puso casi de inmediato. –Es muy lindo.

-Voy por el esmalte. –La rubia se levantó del piso mientras Lía se acercaba a la computadora y quitaba la película. Le llamó la atención un título en medio de la carpeta, le dio "click" y comenzó. –Esa es buena ¿La has visto?

-No. Me llamó la atención el título.

-How to be single. –Comenzaron a ver la película mientras Kat sacaba distintos colores de esmalte de una de sus cajas. Se pintaron las uñas de colores y se pusieron calcomanías. Rieron haciéndose trenzas en el cabello, comieron helado de chocolate. Lía recordó que Kat quería contarle algo.

-A propósito ¿Qué tal la navidad en tu casa? Me escribiste porque querías decirme una cosita, no es que sea chismosa, pero requiero emociones intensas. –Rió mientras Kat le pintaba las uñas de los pies. – ¿Pasó alguna cosa interesante con Paul? –Kat abrió los ojos recordando lo que quería contarle a Lía. –Tu cara me dice que sí.

-No le hablé, me enojé porque está involucrado en algo muy feo. –Suspiró la rubia. –Incluso me enojé con Xander. Lía, tienes que tener muchísimo cuidado.

- ¿Por? Me asustas. –Comió una cucharada de su helado y le sonrió a la rubia. –Vamos, puedes contarme.

-Bien. –Soltó el aire. –Los escuché hablar, apostaron con Liam unos 90.000, él tiene que mantener un noviazgo contigo, que te mudarás con él y si logra tener sexo contigo, le darán esa cantidad. –Lía dejó caer la cuchara, ¡¿90.000?! –Lía, solo los escuché, te lo juro, no tuve nada que ver. Por favor, ten cuidado. –Se quedó callada, era mucho más de lo que necesitaba para pagar su semestre. Irónico que fuera Liam.

-Te creo, pero esa cantidad es exorbitante ¿Por qué tanta?

-Liam dijo que podía tener a cualquier mujer. Pero él te odia, tú lo odias. Por eso Trek, Paul y mi hermano te mencionaron, y Liam aceptó.

-Entiendo. –Se mordió el labio. Idiota, él era un idiota. –No hablemos más de ello, estoy advertida. –Sonrió. –Mejor sigamos viendo películas y comiendo helado.

-Vale, pero ten cuidado

-Lo tendré. Lo prometo. –Siguieron hablando de todo mientras veían películas. Cenaron macarrones y se durmieron pisando casi las dos de la noche. Lía se despertó una hora luego de eso para beber un poco de agua. 90.000. Le habían puesto un precio a ella, se sentía indignada, pero a su vez, se le estaba ocurriendo algo. Debía enfrentar a William, lo ayudaría a ganar la apuesta frente a los muchachos de King's Revenge, le pediría la mitad, pagaría el semestre y le quedaría dinero. –Lo único que no haría sería acostarme con él. Oh demonios, ¿En qué estás pensando?

Volvió a su colchoneta y miró el techo. Había hecho locuras en su vida, pero nunca plantearse entrar en un "noviazgo" con un chico que le parecía repulsivo, y más aún por dinero. Se sentiría como una perra si lo hacía, pero, por otro lado, no había conseguido empleo, tampoco podía pedir el dinero a sus padres pues, en definitiva, su madre era posible que se lo negara. No tenía más opciones. –Dios, trabajas de maneras misteriosas. –Susurró y se acurrucó de lado. –No puedo creer que vaya a hacer esto.

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