Segundo libro: "I can't forget you" - Etiquetas

NOTA PREVIA: Les comparto un capítulo del segundo libro de esta novela. Está llevado dieciséis años después pues el protagonista es el hijo de William y Magnolia, León. 

¡Disfruten! 

***

Tenía dieciséis años.

Sería su primer día en el bachillerato, dos años hasta su graduación para entrar en la universidad. Repasó su vida mientras veía el techo de su desordenada habitación. Desde pequeño soñaba con ser como su padre, William. Él, junto a sus tíos por título, Xander, Paul y Trek, tenían una gran banda y tocaron en shows por todo el país y Europa. Le habían bajado el ritmo en cuanto llegaron más niños.

Para su suerte, contaba con su mejor amigo, Hans. Él compartía el sueño, las ganas de volverse locos y gritar “¡ROCK N’ ROLL!”. Pero no era todo. Era delantero en el equipo de soccer de los Red Falcons, su pasión por ese deporte también lo compartía con Hans.

Sabía que era guapo. En años anteriores se había acostumbrado a las miradas de sus compañeras de clase, así como a sus coqueteos, la genética le había dado lo mejor de dos, rasgos italianos e ingleses. Cabello negro, piel clara, ojos verdes. También era alto y gracias a todos los entrenamientos, mantenía un buen porte.

Tocaba la guitarra desde los ocho años, eso también le daba puntos. Mientras pensaba en todas las cosas buenas que tenía, escuchó como su puerta se abría y volteó a ver quién era. –Ya levántate cielo, se te hace muy tarde y hoy conduces a la escuela. –Sonrió al ver a su mamá, una mujer de cabello negro y facciones finas, delgada, de ojos grises. –Vamos León. Vamos, vamos.

-Si Mamma. –Se terminó por levantar y dejó su sábana arrugada en una esquina.

-Al menos ordena esto. ¿Quieres? –La mujer se acercó dándole un beso en la mejilla. –Voy a despertar a las niñas, llevaré a Elisa y a Matthew con tu abuelo, tu papá hoy vuelve al estudio a grabar y yo debo ir a dar clases. Así que cuando Eleonor y tú salgan de clase, por favor ve por tu hermana y el perro, usen cinturón de seguridad todos. Si quieren quedarse a cenar con su abuelo, solo avísame. ¿Si?

-Está bien. –Magnolia le dio un abrazo a su hijo seguido de un beso y sonrió. –Mamá…

- ¿Sí?

-Buongiorno. –Rió haciendo sonreír a su mamá.

-Buenos días mi amor. Pero ya ponle prisa. –Le limpió el labial marcado en la mejilla y sonrió. –Su desayuno está en la mesa del comedor. –La mujer se fue para despertar a sus dos hijas. León rápido se metió a bañar y volvió a su habitación para vestirse. Tras colocarse un sombrero tejido bajó corriendo las escaleras. En la mesa estaba su padre tomando un café. Dejaba ver sus brazos tatuados, un árbol, notas musicales y las huellas de tres manos pequeñas que decían los nombres de sus hermanas y el suyo propio.

-Buenos días pá. –Se sentó a la mesa justo en su lugar.

-Hola León. Buenos días hijo. ¿Ya te dijo tu mamá que hoy tienes el auto? –El muchacho asintió y Liam sacó de su bolsillo las llaves del vehículo. –Licencia, no la olvides, para algo la tienes. –Rió. –Dime ¿Emocionado?

-Y nervioso. –El perro ladró y se paseó por las piernas de sus dueños. –Hola Matthew. –Se agachó a acariciar las orejas del animal y sintió luego sus lamidas. –Buenos días a ti también. –Lo dejó correr. –Me lavaré las manos. –Se levantó, y tras lavarse las manos en la cocina volvió a la mesa.

- ¿Por qué nervioso? Solo es el bachillerato, en dos años estarás graduado y ya entonces verás qué camino seguir. No des nunca nada por sentado.

- ¿Algún consejo?

-Solo vive un día a la vez, a ver qué sucede. No planees tanto, no te cierres a conocer. No seas mujeriego, compórtate bien con cierta flexibilidad. –Rió y tomó de su taza de café. Eleonor bajaba corriendo las escaleras. En mallas de colores, botines, una falda y su camisa roja “Princess” con el logo de King’s Revenge.

-Hola papi. –Le plantó un beso escarchado a Liam en la mejilla y lo abrazó.

-Hola princesa. Buenos días. Te ves muy bien. –Liam se levantó de su silla estirándose. –Iré a ayudar a su mamá con Elisa, vayan desayunando, se les hace muy tarde y tienen escuela. –Se fue del comedor y subió al segundo piso para encontrarse a su mujer y su niña más pequeña negándose a ser despertada.

          –Hola Rawr. –Rió Eleonor sirviéndose algunas tostadas y una tortilla.

          -Hola pequeña monstruo. –Rió el hermano mayor chocando las palmas con la chica de once años. –Hoy te vienes conmigo.

          -Ya lo sabía ¿Debo usar casco?

          -No, sabes que sé conducir. –León se sirvió un vaso de jugo y lo bebió despacio. Comió un poco de cereal con leche mientras veía a su hermana devorar su tortilla. –Hey, te vas a ahogar.

          -León ¿Sabías que la mayoría de las chicas en la escuela quieren ser tus novias y me viven preguntando cosas sobre ti? Las traes locas.  

          -Tú estás loca. –Rió. –No voy a hablarle a tus amigas.

          -No son mis amigas. No me caen bien. –Dijo mordiendo un trozo de su tortilla. –Ya que tienes dieciséis comenzarán a hacer apuestas sobre quien será tu novia en el bachillerato.

          - ¿Cómo es que sabes lo que es apostar? ¿Y quién te enseña sobre novios?

-Ja, el abuelo Matthew me enseñó, y también se jugar a las cartas haciendo trampas, me dijo que solo lo usara en Las Vegas. Y existe W*****d, es una aplicación de lectura. –Luego de unos minutos, Liam bajaba junto a su mujer y su niña de cuatro años. Los cinco desayunaron y el padre, se fue luego de despedirse. En el segundo auto, Lía subió a su niña y a su perro, tras besar a sus dos hijos mayores los dejó para llevar a la pequeña con su suegro y luego al trabajo.

          - ¿Lista? –Dijo León tomando su mochila y las llaves del auto. –Vamos, debo ir por Hans.

          -Ereees chofer de Haaaans. –Dijo con tono molesto acomodando su mochila en su espalda. –Sí, lista, vamos chofer, no tenemos todo el día. –Tras reírse subió junto a su hermana al auto, se colocaron sus cinturones y comenzó a conducir. Su primera parada fue la casa de los Trainor. De ahí, una señora castaña le daba sonoros besos a su hijo de dieciséis años. León reía, Brooke siempre era así con Hans.

          -Hasta el rato. ¡Hola León! –Saludó la mujer y él le devolvió el saludo mientras su amigo abría la puerta del copiloto y se sentaba. –Pórtese bien y no consuma drogas.

          -Adiós Ma’ –Saludó Hans y, tras chocar los puños con su mejor amigo, se pusieron en marcha nuevamente. –Hola El.

          -Hi. ¿Sabían que a la escuela a la que vamos ahora tienen cursos en español? Me encantaría tomar varios.

          -Eleonor, ¿No sabes ya italiano? –Preguntó Hans mientras León reía. –hey, su mamá ya les enseñó dos idiomas.

          -Pues sí. –Dijo León. –Pero hasta yo quiero aprender español.

          -Yo no. No jodas León. –Rió. –Si me dicen para que quieren aprender español se los pasaré.

          -Perché imparare cose nuove non è male. –Dijo Eleonor con un marcado acento italiano. –Espandi i tuoi orizzonti. –Rió al ver la cara confundida de Hans y León solo estaba aguantando las ganas de estallar en una carcajada. –Bueno, así como te sientes tú ahora es como me siento yo cuando me alguien me habla en español y no entiendo. –Terminó por decir la chica.

- ¿Y dijiste?

          -Porque aprender cosas nuevas no es malo, expande tus horizontes. –Sonrió. Eleonor se quedó mirando por la ventana mientras su hermano conducía.

          -Este será un gran año, el equipo irá al estatal, tocaremos en el festival de la escuela.

          -Y si nuestro amante Señor de los Cielos quiere, tendrás una novia. –Rió Hans golpeando a León en el brazo. –tonteas con todas y no tienes a ninguna. Son como mantequilla en cuanto te ven, se derriten. –León hizo una mueca e ignoró el comentario de su amigo. Aparcó en uno de los lugares de estacionamiento de la escuela y los tres bajaron. Eleonor fue a su grado, el primero de secundaria, y León y Hans caminaron por los pasillos hasta donde ellos iban a ver clases.

***    

Primer año de Bachillerato.

          -Eleonor escribió la canción para el festival. –Dijo sentado en la mesa de su asiento. –Es muy buena.

          -A tu hermana las letras le brotan, para tener once el talento le vino en la sangre. –Rió Hans. –Estaba pensando ¿Cómo nombraremos a nuestra banda? –Sus compañeros fueron llegando uno a uno, las chicas les sonreían y saludaban. León miró a la chica que entraba, rubia, ojos grises, llevaba un hermoso vestido vaporoso que la hacía lucir preciosa. Esa era Jean. No se quedaba atrás a la hora de resaltar. La muchacha se acercó directamente hacía donde estaban los dos chicos con una sonrisa.

          -Hola León. –Dijo mientras jugaba con su cabello. –Te extrañé muchísimo. No me escribiste ¿Tuviste unas buenas vacaciones? Aunque solo fueron dos semanas. –León tragó un poco de saliva nervioso. Jean causaba estragos en él.

-Sí, gracias Jean. Perdón por no escribirte, mis padres planearon todo un viaje a Italia para visitar a mis abuelos. –Sonrió. –Pero ¿Te parece si te escribo en la noche? Podemos hablar un rato por W******p.

          -Hecho guapo. Y éste sábado te iré a ver jugar en el estadio.

          -Buenos días Jean. –Dijo Hans metiéndose en la conversación. –Espero que no te importe ¿Pero me das el número de Pau?

          -No, no quiere nada contigo. –Rió y tras hacerle señas a León de que la llamara, se fue a su asiento. En el salón todos se dividían como en ciertas castas. Deportistas en una esquina, populares en otra, nerds al centro, León y Hans estaban al fondo, siendo del grupo “Chicos guapos, músicos y deportistas”.

          -Este es nuestro año Hans. –Rió chocando los puños con su amigo.

          -Tú lo dijiste. –Contestó Hans. Todos callaron en cuanto el primer profesor entró, junto al alto hombre que vestía de traje había una chica, una chica que no podría entrar en ninguna de las castas. – ¿Qué cosa acaba de entrar? ¿Volvimos a los setenta? –Era bajita, seguro rondaba apenas el metro cincuenta y cinco, su cabello era marrón y tenía varias trencitas. Llevaba una camisa colorida bastante desgastada, como si tuviera años con ella. Sus manos estaban llenos de pañuelos, tenía unas sandalias que apenas se notaban debido a sus jeans acampanados.

          -No sé.  

          -Buenos días. –Todos respondieron al saludo del profesor. –Les quiero presentar a una compañera nueva. Su nombre es Sarah y a partir de hoy estará con nosotros. –La muchacha palideció rápido, agachó la cabeza avergonzada y apretó el asa de su bolso. –Puedes tomar asiento Sarah. Luego te presentas mejor para que todos te conozcan. Hay una mesa ahí al lado de León. –Señaló al muchacho y la chica fue en silencio hasta donde le habían dicho sin apenas alzar la mirada.

          La clase comenzó y terminó en el tiempo estipulado. La chica nueva fue la primera en salir al primer bloque de descanso y León escuchó un poco sobre su hombro como algunos hablaban de ella. –Asco total. Ahora nos ponen a estudiar con hippies. –Aquel comentario fue lanzado al aire por Jean, y rápidamente sus dos amigas, Paula y Gaby rieron. León hizo una mueca de fastidio. Siempre sucedía lo mismo con los nuevos. Hans lo miró y alzó los hombros.

          -Ya sé. Pero es nueva, la tomarán contra ella y no podrás hacer mucho.

-No, tienen razón, es muy extraña esa chica. –Jean se volvió a acercar y comenzó a coquetear con León, Hans alzó una ceja y rió, tras darle unas palmadas, salió del salón.

***

          Sarah creía en la vida sin etiquetas. Niñas lindas amables, chicos guapos que no fueran mujeriegos, deportistas con buenas calificaciones. Pero a cada escuela nueva que asistía se encontraba con los mismos estándares, las mismas divisiones. Y ella era la rara, siempre. Tampoco es que podría luchar contra eso, sabía que su forma de vestir no ayudaba, pero no tenía como hacer algo al respecto. Removió uno de sus pañuelos un poco y revisó su piel, estaba algo magullada, el golpe que tenía allí se veía entre morado, verde y amarillo. Volvió a cubrirlo. Necesitaría hielo.

          Luego de que sonara la campana volvió a su salón de clases.

          En todo el día no logró hablar con nadie, y nadie tampoco se acercó a hablarle, al contrario, escuchaba las risas de sus compañeros preguntándose si ella había traído marihuana para almorzar. Jaló las mangas de su camisa hacía abajo y se alejó lo más que pudo yéndose a la esquina del salón. Sacó su libro de biología del bolso y comenzó a repasar ignorándolos a todos. –Lo digo en serio, es realmente grotesca, siento que me ofrecerá mota en cualquier instante. –Jean con su comentario hizo que todos estallaran en risas, León incluido. Tenía que admitirlo, la chica hippie tenía agallas para ir vestida así, solo que las agallas no iban a salvarle de bromas inocentes de parte de otros adolescentes. Volteó a verla, ella solo estaba leyendo. –Oye ¿Sarah, cierto? –La castaña alzó la vista de su libro al escuchar su nombre. –Sí, hola soy Jean. Nos hacíamos una pregunta muy importante. –Los demás detrás de la muchacha comenzaron a reír. –Okay, escucha ¿Tú como pasas la droga a la escuela? ¿Metes la marihuana en sándwiches? –Sarah ignoró el comentario y la risa de sus nuevos compañeros y volvió a su libro. –Por favor, dinos. –Se quedó en silencio, pero la risa de los demás la estaba agobiando, tomó su bolso y tras levantarse bruscamente de su asiento salió del salón.

          -Wow, que intensa. –Rió Hans. –Bueno, voto porque en sándwiches.

          -Sí, eso parece. –Rió León chocando puños con Hans. Al acabar las clases del día y salir abrazado a Jean la vio de nuevo sentada frente a la oficina del director. ¿Acaso los iba a acusar?

          -Hey, ¿Qué hace allí? ¿Era la hippie? –Dijo Hans. –Oh por favor, ¿Crees que nos acuse a todos por bromear con ella?

          -León, nos vemos mañana guapo. Me escribes. –Jean plantó un beso en la mejilla del chico y se dirigió a la salida con su bolso.

          -Adiós Jean. –Sonrió. –No, no creo Hans. Sabe que fue una broma solamente. Vamos. –Dio un golpe a su amigo y los dos salieron hasta el estacionamiento subiendo al auto. Cinco minutos luego, Eleonor subió y los tres se fueron de la escuela.

***

          -Perdón la demora. –Dijo el director al ver a la chica. –Ya podemos charlar. –Sarah vio su reloj en su pequeño celular y negó. –Es sobre tu traslado, vienes de otra escuela, así que hay cosas que atender respecto a tu papeleo. 

          -Pero debo ir a casa –Se levantó de la silla. –Y si no llego a tiempo… Mañana hablaré con usted señor, pero hoy debo irme. Lo siento mucho. –Salió lo más rápido que pudo y corrió a la estación de autobuses más cercana. El último de aquella hora acababa de irse. –Qué suerte. –Quiso llorar de inmediato, sabía que no era un buen día para ella.

          Llegó a su casa cuarenta minutos tarde. Su mano tembló al girar la perilla de la puerta de entrada. Su padre estaba en el sofá, toda la sala olía a cigarros y whisky. –Llegas tarde ¿Dónde estabas? Y no mientas. –La voz dura de su progenitor la dejó plantada en donde estaba.

          -Esperando transporte. –Agachó la cabeza queriendo llorar pues ya sabía que incluso diciendo la verdad su padre no le creería, callar no era opción pues el castigo sería peor. Escuchó como desabrochaba el cinturón que llevaba y tras doblarlo, con fuerza azotó rápido sobre ella sin importar donde cayera el pedazo de cuero. Escocía su piel justo en su brazo derecho, se enrojecía tras el golpe. Escuchó la respiración pesada de su padre, quiso dar un paso atrás o frenarlo, pero solo se quedó ahí.

-Mentirosa. No eres más que una p**a. –Aguantó un poco pero ya dos lágrimas se estaban escapando de sus ojos. Un segundo golpe cayó sobre sus piernas y la fuerza del impacto la hizo caer al suelo. –Igual a la p**a de tu madre, m*****a mujer. Levántate, lo hago para que se te quite. Prepara la cena. Y no tardes.

          -Si. Voy. –Pasó la lengua por los labios probando lo salado de sus lágrimas, se levantó e ignorando su dolor fue directamente a la cocina a hacer lo pedido.

          Aquella noche no mejoraron las cosas. Por pasarse un poco de sal en los guisados se ganó un tercer golpe que impactó en su costilla y fue enviada a su habitación sin acabar su cena. Se acurrucó en su pequeña cama. “Algún día…”, pensó, “…será diferente”.

***

          Les avisaron a sus padres que se quedaban a cenar con su abuelo, incluso Hans estaba invitado a la mesa de Matthew. El viejo sirvió los platos con filete y vegetales y se sentó al lado de su pequeña nieta de cuatro años. –Abuelo. –Elisa lo jaló de la camisa y él le prestó toda su atención. –Hay que dar gracias. –Dijo.

          -Tienes razón hermosa, toda la razón. León, Eleonor, Hans. –Elisa tomó la mano de su hermano mayor sentado a su lado, este a su amigo y él a Eleonor. Matthew extendió su mano y su nieta de once años la tomó. –Hoy damos gracias por estos alimentos que están en nuestra mesa, ya que muchos no lo tienen, es una gran bendición compartirlo como familia y como amigos. Buen provecho.

          -Bon appetit. –Dijo Elisa mirando a su abuelo con sus ojos grandes y verdes. Sonrió y comenzó a comer.

          -Bon appetit. –Rió Hans. –Gracias señor M, esto está rico.     

          -Bachillerato ¿Eh? –Rió y ayudó a la pequeña a cortar un poco los vegetales y a dárselos. –Dime León, Hans, ¿Algo bueno hoy?

          -No, nada realmente. Hay una chica nueva que llegó.

          - ¡Es rarísima! –Soltó Hans entre risas. –Bueno, me refiero… es muy… si, es el adjetivo que busco, rara. Es extraña, no habla, viste raro… parece una hippie y siento que entraría en una huelga. –León rió un poco por el comentario de su amigo, su abuelo lo miró y negó.

          -Eso es grosero León. Es nueva, imagina a cuantos amigos habrá dejado atrás. Traten de ser corteses, tú también Hans. –Acercó un trozo de comida a Elisa que tenía la boquita abierta y luego se dirigió a Eleonor. –Dime tú, princesa ¿Algo bueno? Estás en primero.

          -Bueno, me inscribí a teatro y también a un curso de español. La cafetería es enorme, y todos, todos, conocen a mi papá y eso me hace muy popular.

          -Ten cuidado, con la fama. –Sonrió. –Pero me gusta el teatro, en cuanto hagas una obra, iré a verte.

          - ¿Pinky promise? –Dijo con una sonrisa mientras se servía un poco de agua para beber.

          -Sí, te lo prometo. –Luego de hablar, cenar y despedirse de su abuelo. León subió a sus hermanas al auto, acomodó a Elisa y le colocó el cinturón mientras Eleonor sujetaba a Matthew. Hans subió al asiento del copiloto y comenzaron su camino. León dejó a su amigo en su casa y luego siguió a la suya propia. Su abuelo tenía razón, era grosero tratar mal a alguien que no conocía solo porque vestía diferente. Seguiría su consejo y se portaría amable.

          Ojalá lo hubiera reafirmado más en su mente.

***

          Día tras día se unía a las risas burlonas de sus compañeros en contra de la chica. La molestaron un día al saber que era vegana y estaba en contra del maltrato animal.

          Otro día fue porque supo la respuesta a una pregunta de ciencia avanzada.

          Y un día más fue porque en una composición para literatura habló sobre sus sueños en donde su vida era una utopía mucho más excelsa…

          Sin embargo, a pesar de todas las burlas, ella se convirtió en la alumna más destacada del curso. Sus maestros estaban completamente contentos con su desempeño escolar.

          Al menos sus maestros…

En su casa las cosas no mejoraban. Su padre, Nathan Holland la culpaba de ser igual a su madre. No recordaba como era su mamá, tendría como tres años cuando terminó yéndose. Sarah se acostó en su cama luego de haber recibido su “corrección” del día, deslizó la mano por debajo de su almohada. Sacó la fotografía que había rescatado de la b****a, la mujer de la imagen lucía como ella, de cabello marrón, ojos marrones, ropa muy colorida, flores y una sonrisa encantadora.

          Y ella no sabía su nombre. –Algún día… Algún día debe cambiar.

***

          Jean era la chica más bonita del curso. Él era el más popular. No había una explicación más lógica de que tal vez debía estar con ella así que, sin pensarlo, esa mañana, al llegar fue directo hacía donde estaba ella. –Hola linda.

          -Guapo, que bueno verte. –Recibió un beso en la mejilla de la chica que sonreía. –Dime ¿Qué tal?

          -Todo en orden. Me preguntaba, luego del próximo partido de soccer, ¿Irías conmigo a mi casa? Para que mis padres te conozcan.

          -Sabes que sí, eso me encantaría.

***

          A León se le hizo costumbre escaparse de clases junto a Jean. Solo para impresionarla más, la llevaba a pasear en el auto aun cuando en la escuela estaban dando las materias cada maestro. Con aquellas acciones su rendimiento cayó bastante. Ambos se paseaban por los pasillos como los reyes del colegio, si bien, no eran una pareja oficial, todos hablaban de ellos como si lo fueran.

***

          Para el final del tercer mes todos le hablaban, pero solo para decirle “rarita”, “hippie drogadicta”, ese último apodo se lo ganó ya que, ese día, llegó con los ojos rojos al igual que su nariz, al menos nadie supo que estuvo llorando antes de ir a la escuela. –Bueno, calma, es temporal. –Se secó las lágrimas en el baño y acomodó las trencitas de su cabello mirándose al espejo. Salió sujetando su bolso con fuerza, tenía una bufanda alrededor de su cuello, la camisa, le quedaba grande y sus pantalones arrastraban por la forma acampanada que tenía. Entró a su salón y fue en silencio a sentarse en soledad.

          Aquella mañana había sido un desastre. Su padre no dudó en casi ahogarla solo porque consideraba que la camisa que usaba era muy “reveladora”, llegó tarde pues notó como tenía las marcas de los dedos en su tez, decidió usar una bufanda arcoíris, pero, al llegar, los ataques de parte de sus compañeros no cesaron. La primera en hacerla sentir peor fue Jean.

          -Oh mira, te hicimos un dibujo. –Recordó la voz pastosa de la muchacha y como extendía una hoja de papel arrugada. Tenía un dibujo de una muñequita que estaba vestida con popó de colores que salía del trasero de un unicornio que estaba fumando un porro. –Eres tú ¿No quedó idéntico? –La risa de todos aún le aturdía en los oídos. –Mírate, eres tú, tan rarita. Así te ves.

          -Tienes los ojos rojos ¿Estuve fumando? No está bien fumar aquí, rarita. –Escuchó de otro compañero.

          -Ja, la hippie es drogadicta.

          -Hippie drogadicta. Ese es bueno…

          Luego las lágrimas. –Calma, calmada, ya. No llores. –Se dijo a sí misma, pero aquellas palabras no le sirvieron de mucho. Su pecho se sentía oprimido, sin darse cuenta, estaba llorando nuevamente.

          Estaba cansada de las etiquetas. En la escuela, en casa, en todas partes tenían adjetivo con el cual señalarla. Sacó su cuaderno y su lápiz y escribió en letras corridas en una hoja: “Yo soy SARAH.”

***

          Hans y León veían como Sarah buscaba una silla en medio del abarrotado comedor de la escuela. Todos parecían rechazarla simplemente. –Oye, Hans, podríamos decirle que…

          -No, ni se te ocurra. Dañaría la imagen, nadie nos votaría para que tocáramos en el festival. No sientas lástima por ella, se lo busca ¿Por qué si no le gusta como la tratan se viste de esa forma?, es la rara y eso es todo. Somos súper estrellas del soccer, futuros rockstars, no podemos juntarnos con ella. No le haría bien a nuestra imagen. Pero… pero si quieres mejorar nuestra imagen, deberías salir con una chica como Jean. Es bonita, tiene un buen estilo y la traes del ala. ¿Ves?  Todo es perfecto de esa manera.

          -Tienes razón. –Dijo. –La rara se lo busca. –No pasó tiempo para que la burla se convirtiera en hostilidad. En todo salón por el cual pasaba Sarah había alguien que le hacía alguna jugarreta. Escondían sus libros, su bolso, le quitaban sus cosas y algunos más, solían empujarla. Ella permanecía callada cosa que molestaba a León. –Masoquista además de rara.

          -Si. –León la miró con pena, ¿Por qué ella no hacía nada y lo soportaba todo como una mártir? “Defiéndela”, ignoró aquel pensamiento; “Es su problema”.

***

          Él iba ganando fama. Por ser hijo de una celebridad todos querían seguirlo e imitarlo. Las chicas iban detrás de él tanto como iban detrás de Hans. En los partidos de soccer las animadoras eran quienes coqueteaban con ellos.

          Debía admitirlo. La atención se sentía muy bien. Las clases la fueron dejando a un segundo plano. Hans y León se sentían las estrellas del colegio. Chicas, salidas, futbol. Con su nuevo estilo, sus notas fueron decayendo bastante, tanto, que el director terminó por llamar a sus respectivas madres.

          El partido de soccer en los campos fue un éxito, los Red Falcons ganaron seis a cinco en contra de los Blue Tigers. Durante el juego, Sarah solo observaba desde las gradas, a su alrededor no había nadie, como si la evitaran por portar alguna enfermedad. Dos de las amigas de Jean la vieron y solo rieron. –hagámosle una broma.

          - ¿Cómo? –Rió la segunda chica. –Estás loca Pau.

          -Escucha, Jean es la novia de León, si le decimos que la rarita anda detrás de su novio ahí sí que se le vendrá una buena. Solo piensa Gaby.

          -Me gusta, hagámoslo. –Rió. Sarah se levantó pues ya se hacía el tiempo de volver a su casa y quería tener un día sin peleas, bajó las escaleras y salió del campo de futbol, caminó lo más rápido que pudo a la parada de autobús completamente ignorante de la broma que vendría sobre ella.

***

          -Lo siento tanto, señora Lancaster. –Dijo el director al tener a Magnolia sentada frente a él mientras leía los expedientes de su hijo. –Señor Lancaster. –William tomaba la mano de su mujer y tomó la carpeta en cuanto ella se lo dejó ver. –Lo dice ahí, León ha faltado a muchas clases, ha reprobado varios exámenes, su rendimiento ha bajado mucho.

          -No entiendo, él viene cada día. –Negó Magnolia. –Esto es…

          William devolvió el expediente y entrelazó los dedos con los de su mujer. –Licenciado, ¿Qué dice usted que está pasando?

          -Bueno, señores… León ni siquiera entra, ha estado paseando por los pasillos con Jean Palmer y Hans Trainor. A veces está en las canchas, en la cafetería, sala de música y demás, pero a sus clases no está entrando. Les sugiero que hablen con él.

          -Lo haremos sin dudas. –Dijo Liam con firmeza. –Gracias por decirnos Licenciado. –Se levantó de la silla y estrechó la mano del director. Miró lo enojada que estaba su mujer, sabía que no se la iba a poner fácil.

          -No me agrada. León no solía escaparse de clase. –Dijo al entrar al auto mientras él encendía el motor. –William ¿Crees que le guste esa chica? No la conozco y me da mala espina.

          -A mí tampoco me da buena espina, pero ya sabremos qué hacer con León. –Sonrió. –Somos un equipo mi reina, y entre los dos decidiremos que hacer con él.

***

          En la final del partido, tras vestirse, León salió en busca de Jean, juntos pasearon un rato antes de que juntos se fueran a la residencia de los Lancaster. No había olvidado su promesa y la había invitado a cenar. –te lo juro, casi creí que perdíamos el juego, pero Hans atrapó el balón y frenó el posible quinto gol de los Tigers.

-León, ahí estuve, vi todo. –Dijo rodando los ojos. León se calló de inmediato y solo condujo en silencio. Jean revisaba su maquillaje una y otra vez en el espejo.

Llegaron.

Bajaron del auto y León abrió la puerta encontrándose en la sala a sus padres. Magnolia estaba sentada en un sofá con la pierna cruzada y las manos sobre su rodilla. Lucía tiránica, al lado de ella, William. –León. Tenemos que hablar.

          -Mamá. Papá. –Se sintió raro. –Quiero presentarles a… a…

          -Hola señores Lancaster. –Sonrió la rubia. –Soy Jean. Es un gusto. –Sonrió, su maquillaje la hacía resaltar al igual que el vestido corto que llevaba. Magnolia se pasó las manos por las sienes y soltó el aire.

          -Un placer. –Dijo con seriedad. –León, hoy recibí una llamada de la escuela. Y es necesario que hablemos. William, amor, por favor lleva a la señorita a su casa.

          León hizo una mueca y metió las manos en sus bolsillos. –Mamá… yo…

          -León, hijo, escucha a tu madre. Incluso a mí me pareció que no era cierto, pero todos tus maestros no podían estarse equivocando. Señorita. –Se levantó del sofá y tomó las llaves de un pequeño perchero que había en la pared. –Mejor la llevo a su casa. –Le indicó a Jean la puerta y ella, indignada caminó hasta la entrada.

          - ¡No! Papá, traje a Jean a cenar, para que la conocieran...

          -Lo siento. Pero hoy no León. –Terminó por decir su madre. William acompañó a la chica afuera y encendió el automóvil. León escuchó como el coche aceleraba y se alejaba.          

          -Mamá, eso fue grosero, traje a Jean porque me gusta y solo la…

          -Escúchame con atención León Antoine. Hoy fui a la escuela y me encontré con tus maestros, todos dijeron que te estás saltando clases, que tus notas han ido bajando y que solo paseas de un lado a otro con Hans y con una señorita llamada Jean Palmer. ¿Es ella? ¿Por eso has bajado tu rendimiento? –Tragó saliva mientras veía a su madre levantarse del sofá y cruzar los brazos. –Has tenido privilegios León, tienes beneficios, pero también responsabilidades y quiero que sigas manteniendo tus responsabilidades en alto. Lo hablé con tu padre y él estuvo de acuerdo conmigo, no más salidas de tarde, tampoco videojuegos, estudiarás y te pondrás al día al menos hasta que me demuestres que puedes ser responsable con tus deberes. ¿Entendiste?

          -Mamá. Yo…

          - ¿Entendiste León? –Volvió a preguntar con seriedad, pero completamente serena. León terminó por asentir y suspiró. –No quiero que esto se vuelva a repetir. Brooke tampoco está contenta con la actitud de Hans, así que los dos están en la misma situación

          -Sí, mamá. ¿Otro día puedo invitar a Jean?

          -Hablaremos de eso después. En cuanto llegue tu padre, cenamos. –León subió a su habitación. Al pasar por el frente del cuarto de sus hermanas escuchó sus risas mientras él estaba, en teoría, castigado. Lía se volvió a sentar en el sofá. No le agradaba aquella chica, lucía superficial. –Basta, sin prejuicios. –Sin embargo, el pensamiento instintivo de mamá le gritaba más y más que la chica con la que andaba León no era buena para él.

***

          Paula y Gaby le enviaron un texto a su amiga Jean. Especificaban que Sarah estaba enamorada de León. Al ver el mensaje, Jean quiso gritar. – ¡BRUJA HIPPIE! –Sin medirse lo hizo haciendo que su madre entrara en su cuarto.

          - ¿Y tú que tienes? Ya deja ese aparato y baja a comer Jean.

          -Sí, voy. ¡Mamá tienes que tocar! –Dijo molesta. La noche había sido un asco. Los padres de León la habían echado de su casa, pero, les agradara o no, ella era la novia de él. Decidió escribirle al muchacho, necesitaba decirle que esa noche se había sentido humillada.

***

          Cenaban en silencio, tanto que resultaba incómodo. Eleonor y Elisa no dejaban de mirarse y luego veían a su hermano mayor jugar con su pedazo de carne. –Rawr. ¿Qué tienes?

          -Nada. –Contestó secamente a su hermana menor. William notó su actitud y más como Eleonor se agazapaba en su silla.

          -Discúlpate. –Pidió. –Tu hermana no tiene la culpa de tus actos.

          Magnolia permanecía en silencio, aquel momento necesitaba paz. –Papi no te enojes. –Dijo Elisa poniéndole ojitos tristes a Liam, él suspiró y miró a León nuevamente.

          -León. Discúlpate con Eleonor. Ella solo está preocupada por ti, no es para que contestes de esta forma.

          -León, haz lo que dice tu padre. –Terminó diciendo Lía con dulzura.

          - ¿En serio? –Dijo molesto. –Estoy muy enojado y no quiero disculparme, ustedes me deben una disculpa. Traje a la chica que me gusta y la echan de la casa…

          - ¡León! –Liam alzó un poco la voz. –No se discute en la mesa, tenemos reglas aquí y sabes bien que todos las cumplimos. Discúlpate con tu hermana por tratarla mal, termina tu cena y hablaremos en tu habitación.

          -No quiero cenar. –Terminó por levantarse molesto y salió pisando fuerte. Elisa se sobresaltó al escuchar el portazo en la habitación de su hermano.

          Liam suspiró. Ahora sí que comprendía a su padre. Bebió un poco de agua tras servírsela y bebió lentamente. –Terminen de cenar mis niñas.

          - ¿Qué le pasa a León? –Preguntó curiosa Elisa. –Mami… ¿Qué tiene?

          Magnolia no supo responder, así que solo negó con la cabeza. –Ni yo lo sé, termina tu cena nena. Pasearemos las tres a Matthew luego de comer. –El resto de la cena sucedió en silencio. Lía guardó la comida de su hijo mayor y sus hijas ayudaron a recoger todos los platos. Tras acabar, engancharon la correa al collar de su perro y salieron. Liam subió hasta el cuarto de su hijo y luego de tocar, solo entró. Ahí estaba León, recostado en su cama, con los audífonos puestos a todo volumen, reconoció la música, Foo Fighters. Él se acercó y se sentó a su lado haciendo que su hijo lo mirase.

          -Hablemos. ¿Qué te sucede, hijo? –León se quitó sus audífonos y los dejó a un lado. –Sabes que no me gusta que entre ustedes se traten mal.

          -Papá, quería que conocieran a Jean. Es la chica que me gusta y ahora debe estar odiándome. –Liam asintió y soltó el aire.

          -La invitas otro día y nos disculpamos. Estábamos enojados. Fuimos a la escuela cuando nos llamaron y fue para decirnos que tienes muchas inasistencias y estás con varios exámenes reprobados. Nos preocupamos porque no sabemos qué sucede. Eran materias en las que eras bueno y ahora, simplemente tienes rojos. ¿Es por la chica?

          -Salí con ella un par de veces. Pero no es tan grave.

          -Es grave, tienes una responsabilidad. Hemos accedido a todo lo que has querido y me pregunto hasta qué punto eso ha sido buena idea. Te dejamos entrenar soccer, te dejamos tocar la guitarra. Estás en la escuela que nos pediste… ¿Qué más quieres? Tu mamá consideró incluso sacarte del soccer y las clases de guitarra para que te concentres en los estudios.

          -Papá, tú estudiaste y ni siquiera usas lo que aprendiste. No lo necesito para ser como tú. Ya sin tener lo que tienes la gente me sigue como te sigue a ti.  

          -La fama tiene un precio muy alto, León, las personas te siguen, si, te vuelves alguien influyente, mueves masas… Solo que no sabes hasta que estás en un mal momento quienes están por lo que puedes ofrecer y quienes, porque te aman de corazón, y tampoco sabes hasta cuando tendrás ese poder, siempre puede venir otro y conseguir mover mucho más que tú… ¿Quieres en el futuro dedicarte a la música?, hazlo, pero no construyas tu futuro con barajas de naipes. Lo único que tendrás seguro es tu familia y lo que tengas tú de respaldo. Cuando lleguen, te disculparás con tu hermana y también con tu mamá. ¿Quieres?

          -Bien. Pero sigo molesto.

          -Tienes derecho a enojarte, lo que no aceptaré es que maltrates a las dos niñas que tienen tu misma sangre. Eres su hermano, debes cuidarlas, no tratarlas mal.

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