Miré a Vivian y me burlé, intentando disimular el atisbo de vulnerabilidad que sus palabras habían despertado. Intentando borrar el dolor de mi rostro, impasible.
"¿Te parezco sentimental?"
"No", dijo con una mirada suave pero penetrante. "Pero te conozco. Intentas hacerte la dura cuando en el fondo eres bastante blanda".
Abrí la boca para discutir, para negar las emociones que intentaba sacarme, pero las palabras se me atascaron en la garganta. Vivian tenía una forma especial de desvelar las capas que me había envuelto con tanto cuidado, dejando al descubierto los nervios a flor de piel.
Lo odiaba.
Odiaba que pudiera ver a través de la fachada que había perfeccionado con los años, odiaba que todavía pudiera hacerme sentir pequeña e insignificante, como si fuera esa niña perdida otra vez, buscando algo, alguien, que me salvara.
Buscando el amor que nunca me mostraron. O que nunca tuve.
"No finjas que me conoces", espeté finalmente, con una amargura aún mayor de la que pretendía.
Vivi