El punto de vista de Dalma
"¿Estás bien?", preguntó Linda desde el asiento del copiloto mientras conducía hacia la finca de Vivian.
Mantuve la vista fija en la carretera, pero sentía su mirada clavada en mi rostro. "Sí, estoy bien", respondí, aunque la tensión en mi agarre al volante me delataba. "Solo estaba pensando en cómo acabará todo esto".
Linda asintió, intuyendo que no estaba de humor para charlas intrascendentes. El resto del trayecto se llenó del zumbido del motor y el ocasional sonido de neumáticos sobre la grava a medida que nos acercábamos a la finca.
La casa de Vivian era tan ostentosa como siempre: una exhibición desmesurada de riqueza y poder, perfecta para alguien como ella. Las puertas se abrieron al acercarnos y conduje por el largo camino de entrada, con el césped bien cuidado y los setos perfectamente podados a ambos lados, recordándome lo bien cuidado que estaba el mundo de Vivian.
"Vaya, qué sorpresa", nos saludó la voz de Vivian al bajar del coche. Estaba de p