Capítulo 23

¿Un trabajo? —preguntó Lino, arqueando una ceja. No parecía muy amable aquella tarde de domingo. Noté que su mirada había vuelto a ser la de la persona fría que conocía.

Típico. Era como la madera. Imposible leerle las emociones. Y si se pudiera, solo eran intensas o frías.

Menos mal que no creía que las emociones humanas controlaran el clima. Si no, estaríamos todos muertos.

Se recostó, frunciendo el ceño. —No sé si bromeas o hablas en serio, Juan. ¿No te das cuenta de que tu vida corre peligro?

Apreté los puños, intentando mantener la voz firme. —No soy un niño, Lino. Sé que mi vida corre peligro. Pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada. Necesito hacer algo significativo, algo que me haga sentir que tengo cierto control, o me volveré loco.

—¿Y leer?

Me burlé. —Ahora no sé si bromeas o hablas en serio —respondí. Técnicamente, no le gustó mi tono. Pero me daba igual, porque me trataba como a una niña.

Se pasó una mano por el pelo. «Juan…»

«¿Qué? ¿Quieres sugerirme que también me de
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