Marina bajó del coche. No había tenido oportunidad de contarle a Regina que Sergio había comprado un piso para Sofía. No esperaba que Sergio actuara tan rápido y ya quisiera que Sofía se mudara.
—Señora...
Jaime, al oír el ruido, se sorprendió al ver a Marina. ¿Podría ser que el señor sabía que la señora regresaría a esta hora y lo hizo a propósito?
—No te preocupes, Jaime. Sigue con lo tuyo.
Marina parecía indiferente, pero Jaime estaba nervioso. ¡La situación se estaba convirtiendo en un verdadero campo de batalla!
—Señorita Sánchez, no estarás enojada, ¿verdad? A partir de ahora seremos vecinas, nos vamos a ver de vez en cuando.
Marina ya se había volteado, pero al escuchar las palabras exageradamente melosas de Sofía, se volteó y le dijo:
—¿Vecinas? ¿Qué tipo de vecinas?
Sofía, sintiéndose confiada, respondió:
—Voy a vivir también en este conjunto, ¿no seremos vecinas entonces?
—¿De verdad crees que solo por vivir en este vecindario, te hace nuestra vecina?
Marina se rio y señaló