—¡¿Qué te pasa, idiota?! —gritó—. ¡¿Te volviste loco o qué?!
Le soltó una bofetada que resonó dentro del auto. Ian se quedó inmóvil, con la cabeza girada, el rostro endurecido. Pero algo en él ya se había roto.
—¡Déjame en paz, maldita sea! ¿Qué te importa mi vida? ¡No entiendo nada!
—Tú no lo entiendes... —murmuró Ian, con la mirada oscurecida—. ¡¡No entiendes nada!!
De repente, Ian perdió el control. En un movimiento casi animal, la sujetó por las muñecas y la empujó hacia el respaldo del asiento. Su aliento era caliente, cargado de desesperación. Sus colmillos —ahora expuestos— no dejaban lugar a dudas. Ya no era solo un chico. Era un vampiro al borde del colapso.
—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó Ciel, forcejeando.
Pero él la sujetó con más fuerza, y antes de que pudiera reaccionar, clavó sus colmillos en el cuello de ella.
—¡Aah! —gritó Ciel, con una mezcla de dolor y espanto.
La sangre comenzó a fluir y el cuerpo de Ian se estremeció como si esa esencia lo quemara y al mismo tiempo