El valle estaba envuelto en un silencio inquietante. La bruma verdosa se había espesado, serpenteando entre los árboles y los muros de la fortaleza, como si quisiera asfixiar la percepción de los portadores. Esta vez, la nueva amenaza no se limitaba a ilusiones del pasado: proyectaba futuros posibles, escenarios catastróficos que hacían que cada portador dudara de su capacidad de sobrevivir.
Ciel percibió las visiones casi de inmediato. Se vio a sí misma fallando, a Ian derrotado, a Jordan atrapado, y a los portadores jóvenes desapareciendo uno a uno. La sensación era real, aunque sabía que eran solo posibilidades creadas para quebrar su mente.
—Portadores —dijo, elevando la voz—. Esto es diferente. No son solo recuerdos, son futuros posibles. No se dejen engañar. Ningún futuro está escrito mientras estemos juntos.
Ian observó la bruma con desconfianza.
—Si esto es solo una ilusión, ¿cómo podemos luchar contra algo que aún no sucede?
Ciel cerró los ojos, concentrándose. La visión de f