El sol apenas iluminaba el valle cuando una niebla verdosa comenzó a descender, envolviendo la fortaleza Vorlak y el patio de entrenamiento. Los portadores sintieron un frío que no estaba en el aire, sino dentro de sus recuerdos, como si la misma memoria se tornara hostil.
—Algo no está bien —murmuró Ian, apretando su espada—. Esto no es natural.
Ciel cerró los ojos y proyectó su conciencia, conectando con los demás portadores. Al instante, comenzó a percibir distorsiones: cada uno de ellos estaba atrapado en fragmentos de recuerdos alterados, reviviendo errores y derrotas que no habían ocurrido. Algunos jóvenes cayeron al suelo, paralizados por la angustia de estas ilusiones.
—¡Manténganse firmes! —gritó Ciel—. Recuerden lo que es real. Confíen en sus marcas y en mí.
La figura de la nueva amenaza apareció en el centro de la niebla, su energía verdosa ondulando como humo vivo.
—Vuestras memorias son débiles —susurró—. Vuestras decisiones pueden ser dobladas, vuestros futuros, alterado