Capítulo 32

El líder del clan del este alzó su brazo tatuado, y de su piel brotaron llamas negras que devoraban el aire mismo. Con un movimiento brutal, lanzó una llamarada contra Ciel e Ian, un fuego que no quemaba carne, sino alma.

Ian reaccionó primero, abrazando a Ciel y girando con ella para cubrirla con su propio cuerpo. El fuego lo alcanzó de lleno, desgarrando su piel como si fueran cuchillas invisibles.

—¡Ian! —gritó Ciel, viendo cómo la sangre brotaba de su espalda.

El rubio gruñó, sosteniéndose aún de pie.

—No… me detendré… —jadeó—. ¡No mientras tú necesites protección!

Ciel sintió una presión insoportable en el pecho, como si algo dentro de ella estuviera a punto de estallar. Su vínculo con Ian ardía, mezclándose con la furia de ver su sangre derramada. Y entonces, el aire alrededor cambió: la luz dorada que solía emanar se oscureció, volviéndose un resplandor plateado con bordes carmesí.

Las sombras de Artaxiel vibraron, como si se alegraran de aquel cambio.

—Sí… usa mi poder —susurr
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