Los rugidos de la guerra resonaban en todas direcciones. El campo se había convertido en un infierno: colmillos contra acero, sombras contra luz, fuego negro contra explosiones doradas. Vampiros caían y se levantaban de nuevo, como si la propia luna carmesí les devolviera fuerzas.
Pero en el centro de todo, las miradas de Ciel y Kaelion se encontraron. El líder del sur avanzó con calma, abriéndose paso entre el caos como si nada pudiera tocarlo. A cada paso suyo, los gritos se silenciaban, las llamas se apagaban, y hasta los emisarios más violentos retrocedían.
Ciel sintió un nudo en la garganta. La presión de su aura era asfixiante.
—Él… no es como los demás —susurró, temblando.
Kaelion inclinó la cabeza, su voz grave retumbando en los huesos de todos los presentes.
—Eres fuerte, Eclipse. Demasiado fuerte para pertenecer a un solo linaje. Pero también eres inestable. Mitad luz, mitad abismo… nacida de un error que nunca debió existir.
Ian se interpuso con fiereza, su sangre aún fresc