Capítulo 25

El aire fuera de la sala olía a humo y hierro. El eco de lo que había ocurrido allí dentro no se había quedado atrapado en las paredes: se había filtrado hacia todo el bastión.

Cuando Leonardo abrió las puertas de golpe, con Ian cargando a Ciel en brazos y Jordan cubriéndolos con su arma aún ensangrentada, el murmullo de los clanes reunidos estalló en gritos, susurros y miedo.

—¡Es ella! —vociferó uno de los vampiros del clan rival—. ¡La heredera marcada! ¡La Eclipse!

—¡Calla! —tronó otro, retrocediendo con el rostro pálido—. Si pudo repeler al mismísimo Artaxiel, entonces no hay quien pueda detenerla.

El padre de Ian, apoyado en su bastón, apretó los dientes. Su orgullo se mezclaba con una incomodidad palpable.

—La niña es un riesgo. Cada segundo que respira, nuestra existencia tiembla.

Pero el padre de Jordan, en cambio, dio un paso atrás. Sus ojos lo decían todo: no quería ser parte de ese juicio.

Leonardo avanzó, con la sangre aún manando de su hombro herido, pero con la presencia
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