Ciel sostenía el relicario con las manos temblorosas.
El metal quemaba, pero no por el calor… sino por la verdad que estaba a punto de abrirse ante ella.
—¿Estás lista? —susurró Vanesa, con la voz entre temerosa y esperanzada.
Lorenzo solo la observó con ojos cansados, como si ya supiera que después de esto, nada sería igual.
Ciel abrió el relicario.
Una ráfaga de luz plateada la envolvió, y fue arrastrada por una fuerza ancestral más poderosa que el tiempo.
🌘 VISIÓN DEL ORIGEN
Era un campo florido. Y en el centro, una mujer oraba.
Lira.
La madre de Leo. La abuela de Ciel.
Una humana pura, de alma blanca.
Y frente a ella, descendiendo del cielo con alas radiantes y ojos tristes, Drah’Valen.
Un ángel. El primer caído.
—Te amo —le dijo—. No puedo seguir sirviendo al cielo sabiendo que tú estás aquí abajo… sola.
El castigo fue inmediato.
Dios lo convirtió en algo eterno, pero incompleto:
Un inmortal condenado a la sangre.
No como un demonio… sino como una bestia abandonada por la gracia