El silencio del cementerio era denso, solo interrumpido por el crujido de las hojas secas bajo los pies de los presentes. La luna llena bañaba las lápidas con su luz pálida.
De pronto, una risa oscura rompió el aire.
—¿Qué haces aquí, viejo Lorenzo? —dijo una voz sarcástica, cargada de desprecio—. ¿Jugando al protector con mi esposa?
Ian apareció desde las sombras, elegante como un noble, pero con la mirada cruel de un depredador.
Lorenzo se puso de pie de inmediato, colocándose entre Ian y Ciel.
Ciel, temblando, dio un paso atrás.
—¡¿Quién demonios te dijo que te acercaras a más vampiros, Ciel?! —espetó Ian con rabia contenida—.
¿No sabías que eso te hacía ver como una… resbalosa?
Ciel abrió los ojos con furia y dolor, pero antes de que pudiera responder, Valeria desenfundó su arma con un grito firme.
—¡LÁRGATE, IAN!
Él se rio con calma, divertido ante la tensión.
—¿Por qué tanto drama? Soy el rey de mi clan.
El legítimo heredero.
—Lástima… —agregó, con una sonrisa venenosa— que mi p