Leo la miró profundamente, con los ojos cansados, pero esta vez sin alzar la voz. Solo con verdad.
—Te dejo ir… si eso es lo que tu corazón te pide.
Sé que te están llamando.
Es mi padre… tu abuelo. El monarca.
Ciel se congeló.
—¿Tu… padre?
Leo asintió, y por primera vez, pareció más humano que inmortal.
—No todo lo que dejé atrás está muerto. Hay fuerzas más antiguas que yo… y tú has despertado algo que llevaba siglos dormido.
🌑 CEMENTERIO VIEJO – MINUTOS DESPUÉS
Ciel caminaba con el corazón retumbando. El aire era más espeso que antes. La luna parecía observarla.
Y entonces lo vio.
Un hombre de traje negro elegante, de rostro sereno, cabello blanco peinado hacia atrás y unos ojos... cálidos, pero penetrantes como el acero. Sentado sobre una tumba antigua, como si hubiese estado esperándola toda la eternidad.
—Ah… por fin. —dijo con una sonrisa tranquila—.
Eres la hija de Leo…
Mi nieta.
Ciel se detuvo en seco.
El hombre se levantó con una elegancia sobrenatural y caminó hacia ella.