Capítulo 11

Leo respiraba agitado. La pared rota. Su esposa inconsciente. Su hija mirándolo con ojos de fuego y miedo.

Todo lo que por siglos intentó contener… acababa de romperse.

Se pasó la mano por el rostro, frustrado, caminando en círculos como una bestia enjaulada. Y entonces, explotó:

—¡¡Carajo, Ciel!! ¡Tú no tienes idea de quién soy! ¡De lo que fui!

Ella lo miró sin moverse, sin parpadear.

Leo se giró hacia ella, los ojos encendidos. La voz retumbando por toda la casa.

—¡Vengo de un clan antiguo! ¡Uno de los primeros! ¡El linaje puro, la sangre maldita! ¡Fui nombrado príncipe entre los míos, con un imperio de sombras bajo mis pies! Pero… ¡rechacé esa responsabilidad!

Ciel dio un paso atrás, como si su voz la empujara.

—Por quinientos años… —continuó Leo, golpeando el pecho con rabia— decidí entregarme a Dios. No por culpa solamente… sino por cada maldito rostro que arranqué de este mundo. Por cada alma que convertí en sombra. ¡Por cada víctima que lastimé, usé y destruí!

Ciel sintió el pu
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