El suelo tembló bajo los pies de Ciel cuando la energía de Alexandre chocó con la suya.
No era un ataque directo… era una advertencia.
Un recordatorio de que ambos podían destruir el bosque entero si desataban todo su poder.
Ciel sostuvo con fuerza al niño, que comenzaba a removerse inquieto, su pequeño pulso acelerándose al ritmo del aura que inundaba el aire.
—Ian —susurró ella sin voltear—. Llévatelo.
Ian la miró horrorizado.
—No voy a dejarte sola con él.
—¡No puedes pelear con un eclipse! —rugió Alexandre, el viento arremolinándose a su alrededor.
Pero Ian dio un paso adelante.
La barrera lo empujó hacia atrás…
…y esta vez él volvió a golpearla. Una y otra vez.
Los ojos rojos encendidos.
—¡Ábrete! —gritó, con una furia que parecía quemarle los huesos.
La barrera empezó a vibrar.
Alexandre frunció el ceño.
—¿Cómo…?
Una fisura apareció.
Ciel apenas tuvo tiempo de procesarlo cuando la energía de Alexandre explotó en dirección a Ian, intentando detenerlo.
Ciel reaccionó por instinto.