El cuerpo de Ciel cayó suavemente entre los brazos de Jordan, mientras Ian se arrodillaba junto a ellos. La lluvia seguía cayendo sin piedad, lavando la sangre, el barro y las lágrimas que ninguno quiso mostrar.
—Su pulso está débil —murmuró Jordan, con la voz ronca.
Ian la tocó con cuidado, sintiendo cómo una energía desconocida vibraba bajo su piel.
—No es una herida —dijo con el ceño fruncido—. Es… algo que está despertando.
De pronto, un resplandor plateado comenzó a envolver el cuerpo de Ciel. Era una luz cálida, pero a la vez abrumadora, como si mil voces antiguas hablaran al unísono desde dentro de ella.
Jordan dio un paso atrás, impresionado.
—Eso… no es energía humana.
Ian lo miró de reojo.
—Nunca lo fue.
La luz se expandió, formando una esfera brillante que los empujó hacia atrás. Ambos cayeron sobre el suelo empapado, mientras el cuerpo de Ciel flotaba unos centímetros sobre el suelo, con el cabello suspendido en el aire y los ojos cerrados.
El mundo alrededor se distorsion