5 Don Marco.

Emma:

Después de terminar mi largo día, vuelvo más que muerta.

— Llegue familia. 

— ¿Y cómo te fue todo?

— Llegue a la conclusión que no acudiré a clases de consulta de no ser necesario, solo me concentraré en presentar los exámenes. Extraño demasiado a mis pequeños. Y estoy muerta, a donde están todos, por cierto.

— Tommy, llego hace un momento y se fue a su habitación, al igual que John, y los niños duermen. ¿Quieres cenar?

— Gracias Noha, pero ya comí un bocadillo. 

— Bien siéntate y te haré un masaje así te relajas.

Hago lo que me pide, y esto es la gloria, sus enormes manos recorriendo mis pequeños hombros y cuello. Trato de recordar cuando fue la última vez que me hizo masajes.

— ¿En qué piensas?

— ¿Cuándo fue la última vez que me hiciste masajes?

—Mmm, no lo recuerdo fue hace mucho.

— ¿Estás enamorado?, Auch.  —  Mi hombro quedó con un pequeño hormiguero ya que apretó más de la cuenta.

— Lo siento, creo que apreté de más. —está nervioso, lo sé.

— No, descuida, ¿me vas a contestar?  —  Agarro su mano para que se detenga, me giro poniéndome de rodillas en el sofá y así mirar su cara, la cual está sería. 

— ¿Por qué la pregunta?

— Donato... dijo que tú estabas enamorado...y... ¿qué me dices?

— Si estuviera enamorado... ¿qué pasaría?

— ¿¡Qué, que pasaría!? Estaría muy feliz de que encontraras a alguien de quien preocuparte aparte de nosotros. 

— .... Es mejor que vayamos a descansar, es tarde.  — ¿Pero qué paso? ¿Por qué esta triste? Corro detrás de él y lo abraso por la cintura. Y le doy un beso en esa enorme espalda que tiene.

— Gracias, por preocuparte por nosotros, pero, debes buscar tú felicidad Noha, ahora buenas noches. Te quiero. —Mientras voy a la habitación lo observo, se quedó parado inmóvil, ¿en qué estás pensando amigo?

Genial estos diablitos están ocupando mi cama. Ni modo me deje caer en la cama de al lado, si hoy dormiré en la cama de Donato.

NOHA

— ¿Y ahora que sucede?  —  La voz de John me hace salir de mi miseria.

— ¿Por qué lo dices?

— Hace 10 minutos que estás parado inmóvil a mitad de la sala. 

— John, ¿se nota que estoy enamorado de ella?

— Noha, es muy obvio para todos, incluso los niños ya lo saben.

— Pero ella no.

— Creo que no quiere verlo.

— ¿Por qué? Sé que no soy lo suficiente para ella, pero...

— ¿Por qué tú la confundes?

— ¿La confundo?

— Ella piensa que la cuidas porque es débil, tonta, madre soltera...

— Emma no es débil y mucho menos tonta.

— Pero así la haces sentir, por eso le ofrecí el trabajo hermano, que ella vea que es capaz, y quizás así se dé cuenta que tú preocupación es porque la amas, ahora trata de descansar.

— Te debo una disculpa, creí que querías que se fuera, sabes, cada día que pasa, me cuesta más estar alejado de ella, muero por besar sus labios, en fin. ¿De ese asunto que sabes? —John sabía perfectamente a lo que me refería. 

— Lo que te dije, estaban los hermanos Arias y los Bracos tienen que ser uno de ellos, a los gemelos Constantini los descarto porque al ser iguales ella no los habría diferenciado, es decir, Emma dijo que fue con uno y amaneció con otro, a ellos no los hubiera diferenciado, la hubieran engañado, incluso yo los confundo a pesar de trabajar tantos años juntos.

— Bien déjame el resto a mí. 

— ¿Qué piensas hacer?

— Que paguen por su dolor.

— Ella no quiere nada de ellos.

— Ella llora cada noche, desde que Donato le preguntó porque su padre los abandonó. 

— De acuerdo, pero ten cuidado, sabes que cuando Emma se enoja...

— Lo sé, lo sé. El carácter de Emma cuando se enoja no se compara al nuestro, ella es de temer cuando se enfada.

— Sí, recuerdas cuando por un descuido, dejé caer a Don del sofá.

— Como podría olvidarlo, Emma te noqueó de un solo golpe. —Y así terminó nuestro distanciamiento, pasamos unas pocas horas recordando el mal humor de mi eterno amor.

EMMA

Ya ha pasado un mes, y todo va más que bien, mis inquietudes eran infundadas, no he visto a ninguno de ellos, mi única preocupación ahora radica en mis mellizos y su plan de hacer que Carla conozca a Tommy. Esos dos ahora tratan de trabajar de cupido.

—Emma, lleva estos documentos a la oficina de Marco.  —  Demonios, era demasiado bueno para ser cierto.

— ¿La oficina de Marco? ¿Se los entregó a su secretaria?

— No, pide hablar con él, espera a que los firme y los trae.

— Enseguida. —Emma, no estés nerviosa, tú puedes.

Subo hasta el último piso. Y apenas salgo del ascensor me encuentro con la secretaria. 

— Hola, necesito entregarle esto al señor Constantini, me envió el señor Rodríguez, soy su secretaria.  —  Me mira de arriba a abajo.

— Dámelo, yo se lo llevaré.

— No, gracias, se los tengo que entregar yo.

—...Entonces vuelve luego, está ocupado.

— Bien.  —  En ese momento se abren las puertas y sale Marco junto a Bianca.

— Nancy, saldré... ¿Emma? ¡¿Emma Johnson, eres tú?! —Marcus no ha cambiado en nada, incluso su sonrisa amistosa y llena de cariño sigue allí.

— Hola señor Marco, veo que todavía me recuerda.   —  Antes de lograr estirar mi brazo, para ofrecer mi mano a modo de saludo, él me abraza. 

— ¡Emma! ¡Esto es maravilloso! Bianca, ven, ella es Emma, ¿la recuerdas?

— Como no recordarla, ¿cómo has estado?

— Bien, gracias. 

— Pero ¿qué haces aquí?

— Es la nueva secretaria de Rodríguez. Trajo unos papeles. —dijo con desdén la secretaria de Marco.

— Señor Rodríguez, Nancy, no lo olvides.  —  Vaya, Bianca mostró su mirada asesina. Entonces, siente algo por John. Quizás yo también pueda trabajar de cupido.

— Bueno, justo íbamos a tomar un café, vamos, acompáñanos.

— La verdad es que tengo trabajo...

— Nada de eso, Nancy, dile a John que Emma, saldrá con nosotros. Ahora vamos. Y otra cosa, a ella nunca la hagas esperar, solo debe ingresar. —Bueno, el señor Marco me trata igual que siempre, aunque Bianca me mira de arriba abajo.

Una vez en la cafetería me sentí más cómoda.

— Dilo ya. —  Bianca me traspasa con la mirada.

— ¿Que? —pregunto confundida.

— Porque me abandonaste, fue horrible el colegio sin ti.

— Si Emma, dime, ¿porque dejaste el orfanato y el colegio?   —  Bien esto era lo que me esperaba, soy una adulta, yo puedo manejarlo. 

— Yo no deje nada, me echaron y sin la beca no podía asistir a ese colegio. —trato de hablar con calma, la menos ahora sé que Marco no sabía nada.

—....  —  La cara de Marco, daba miedo, vi el momento justo donde se oscureció su mirada. Mientras Bianca me miraba sin entender nada.

— ¡¿Quién te hecho?!  ¡Solamente yo tengo ese poder y jamás te hubiera echado! Ese orfanato es mío, y ¡nadie más que yo tiene derecho de hacer algo semejante!

— ¿Quién se atrevió a ir en contra de mi padre?  —  Esto pasaría tarde o temprano ¿verdad?, es hora de hablar.

— Primero quiero aclarar que ella tenía sus motivos. La señora Constantini me echó porque... me embarace y lo entiendo, traicione cualquier tipo de confianza---

— ¡¿Que?!  ¡¿Estabas embarazada y mi madre te echo?! No tenías nada, ni a nadie y ella te hecho con solo 16 años. —Bianca me mira sin poder creerlo.

— Después de tener a mis hijos, ella me dio un mes para decidir si se los daba en adopción, o que juntara mis cosas y me fuera, jamás pienso renunciar a mis hijos, asique a las tres semanas cuando me sentí mejor, empaque y me fui.

— ¿Tus hijos?

— Si Bianca, tuve mellizos. 

— Ahora entiendo porque mamá te los quería sacar, porque eso era lo que quería, ¿lo entiendes verdad? Ella quería quitártelos.  — la voz de mi antigua amiga de colegio suena con pura indignación.

— Si lo sé, los chicos me lo dijeron. 

— ¿Que chicos?

— Noha y John, ellos me recibieron en su casa y se ocuparon de nosotros, cuidaban a mis niños mientras terminaba la preparatoria, después se nos sumó Tommy el hijo de la cocinera, y así es como he podido tomar clases en la universidad, nos ayudamos entre todos, somos una familia. 

Bianca tenía lágrimas en los ojos, ella a diferencia de esos dos malditos, era muy diferente, era hermosa por dentro y por fuera, fue mi única amiga en aquel entonces, pero el que me preocupaba era el señor Marco, no decía nada, solo miraba un punto fijo, con una mirada asesina. 

— Lo que hizo Camelia es imperdonable, pero ¿por qué no acudiste a mí?

— Como podría, señor Marco una persona como yo, que no tiene padres, molestar a alguien como usted por cosas insignificantes. 

— ¡¿Es insignificante que con 16 años estés en la calle con dos bebés a cuesta?!

— En realidad, pensé que usted...

— ¡¿Estaba de acuerdo con mi esposa?! Jamás. Y te explicaré por qué, yo tengo una deuda eterna contigo y tus padres.

— ¿Mis padres?  —  Ya casi no tenía recuerdos de ellos y que él los nombrara era raro, no creí que se conocieran. 

— Tú padre, Greco, trabajaba para mí, era un leal empleado, en aquel entonces... mis negocios eran otros, el día del accidente, él pidió permiso para salir de la ciudad quería llevarlas a pasear, y yo le ofrecí mi coche, era más cómodo que el que habitualmente usaba. Yo nunca pensé que alguien había organizado un ataque en mi contra, cortaron los frenos, por eso... Greco no pudo frenar y chocó de frente con la pared de soporte de la montaña. 

En mi interior todo era caos, perdí a mis padres porque alguien quiso dañar a Marco, fueron un daño colateral. 

—... Perdón, pero no sé qué decir, esto... me supera.

— Se lo que estás pensando, ese día era mi familia y yo la que tendríamos que haber muerto. 

— No, solo, el hecho de que alguien conociera a mis padres... yo casi no tengo recuerdos de ellos.

— Ya tendremos tiempo de hablar de Greco y Sofía. Ahora, dime cómo quieres que te compense lo que hizo mi esposa.

— Eso ya no importa, ya ve, estamos bien de todos modos.

— ¿Quién es el padre?

— ¿Disculpa Bianca?  —  trato de ganar un poco de tiempo.

— Si, ¿quién es el padre de los mellizos?

— Prefiero no hablar de ello.

— Te embarazo y se fue, ¿verdad?

— Nunca supo, y nunca sabrá de mis hijos. No merece que lo llamen padre, Y lo siento, pero se me está haciendo tarde, debo recogerlos en la empresa.

— DIOS, ¡¿tus niños están allí?! Muero por conocerlos.

— Bien vamos y te los presentaré. 

— ¡Por supuesto! Papá, ¿vamos?

— No, tengo algo que hacer.

— Hasta luego señor Marco. 

— Dime Marco a secas, entre tú y mis hijos no hay diferencia, es lo menos que le puedo ofrecer a la hija de Greco. 

— Como diga. 

MARCO

— Hola, investigadores grup ¿qué puedo hacer por usted?

— Soy Marco Constantini, ya no es necesario encontrar Emma Johnson, ahora necesito saber quién es el padre de sus mellizos.

— No se preocupe jefe, lo averiguaremos. 

— Eso espero.

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