6 Hoy no es mi día.

EMMA.

— Hola Emma, aquí están estos diablitos. 

— Bien hasta que te diste cuenta como son. Nos vemos mañana.

— Emma, ¿ya sales?  —  John me alcanza de camino al ascensor y recordé los papeles que me pidió que firmara Marco.

— Sí, oh rayos me olvide los documentos, en la cafetería. 

— No te preocupes, el señor Marco ya los tiene, me los dará mañana. 

— Bien, necesitamos hablar, pero será en casa, con los muchachos.

— ¿Qué sucede?  —  Bianca contesta en mi lugar.

— Muchas cosas de las que si dependiera de mí no sabrías nada.

— Bianca, hola, te ves hermosa.

— Deja de coquetear John, ¿porque no me dijiste que Emma estaba viviendo contigo?

— Fácil, ¿cómo conquistaría tú corazón si te dice que vive con una mujer, dos hermosos niños y dos monos?  —  Mi hijo es totalmente descarado.

— Donato, compórtate, perdón Bianca, te presento a mi hijo Donato y ella es Valentina.

— DIOS, ¡son muy hermosos!

— Gracias, tú también eres muy hermosa, me gustaría estar en el lugar del tío John, no te dejaría escapar. 

— Don, pequeña sabandija, si sigues hablando tendrás que dormir con un ojo abierto.

— Oye, deja de espantar a mi pretendiente, Donato cariño dame la mano y sigue hablando. —Bianca está encantada con mi niño.

— Hola tía Bianca, ¿me darías a mí también la mano?

— Estoy a punto de morir de tanta belleza, por supuesto Valentina. Ustedes sigan hablando de trabajo, yo me llevaré a estos bombones abajo.

— Eso fue muy raro. —los observo sorprendida y asustada.

— ¿Que?  ¿Que un niño consiga alagar a Bianca más que lo que yo eh logrado en años?

— No, que Valentina, le ofreciera la mano, ella... no acepta tan rápido a las personas, es desconfiada.

— Quizás como Don simpatizo con el amor de mi vida. Le dio la confianza para interactuar con ella.

— Deja de suspirar así, es solo un niño. Nos vemos en casa.

Bajo y no los veo, al que si veo es a ¿Noha?

— Hola belleza.

— Hola, ¿qué haces aquí?

— Vine a recogerlos, Tommy está en el restaurante, ¿dónde están los niños?

— No lo sé, salieron con Bianca. ¿No los viste?

— ¿Bianca Constantini?

— Si

— Pero...

— Emma, te estamos esperando en el auto. Eh... hola, ¿Tommy?

— Noha, tú debes ser Bianca. —mi amigo la corrige mientras la saluda, tratando de ser amistoso.

— Bien, ya que se conocen iremos con él y tú nos sigues. —le explico a la rubia.

— No, Emma, quiero quedarme con los niños, digo en el auto, no creas que soy como la loca de mi madre.  —  Los tres reímos, y es que Camelia es muy peculiar, por no decir otra cosa.

— Bien, yo iré con Noha y tú con los mellizos. 

Mientras subía al auto Noha estaba con cara de " estás loca", ya sabía lo que pasaría. Y paso, apenas subimos al auto.

— ¡¿Estás loca?! Como le dejas los mellizos a una extraña. 

— Cariño, por favor, Bianca era mi amiga, bueno lo sigue siendo, ella no robara a mis hijos. —Lo miro, porque sé que seguirá discutiendo, pero él solo me mira, con esos ojos capaces de derretir incluso el metal, como si de hielo se tratara.

— Me encanta que me digas cariño. — M****a, lo hice de nuevo, ya que, no importa.

— Sabes, podríamos dejar a los niños con John y Bianca, y salir a divertirnos. —me dice emocionado.

— ¿Qué?, ¿Estás loco?

— ¿Por qué?, ella quiere estar con los niños, John quiere estar con ella, Tommy está en el restaurante, y tú y yo podríamos hacer algo distinto.

— No digo que no, pero recién hoy me reencontré con ella, no creo correcto---

— Tienes razón, además ¿qué diversión puedes tener conmigo? —sus ojos dejan ver tristeza, y mi corazón duele.

— Oh grandulón, no seas así, déjame organizar todo para el domingo. —le propongo como consuelo.

— ¿Mañana viernes?

— El restaurante se llena los viernes y sábados, Tommy no podrá solo.

— De acuerdo tú y yo el domingo, es una cita.

Y no sé porque me puse nerviosa, es algo estúpido, la única cita que tuve en mi vida fue cuando el imbécil de Prieto me engaño, pero él es mi buen amigo Noha, no es que corra algún peligro, o que fuera a pasar algo, solo somos amigos, ¿verdad?

La noche transcurrió entre bromas y anécdotas, Bianca era una de los nuestros.

— Gracias por todo, me divertí mucho.

— ¿Quieres que te lleve a tu casa?

— John, vine en mi auto, pero gracias, eres casi tan tierno como Donato.  —  Todos reímos y Bianca se fue, prometiendo volver el domingo a cuidar con John a los mellizos, la noche se hizo larga, y todavía faltaba.

— Bien chicos ahora que los niños se durmieron quiero compartir con ustedes algo que me entere.

— ¿Que paso linda? —Noha automáticamente coloca su gran mano en mi cintura, y no sé porque empiezo a sentir calor donde él toca.

Trato de concentrarme y les digo lo de mis padres.

— No lo puedo creer, era su leal empleado y ¿no te llevo a vivir a su casa? ¡¿Quedaste huérfana por su culpa y lo mejor que hizo fue ir a tirarte a un orfanato?!   —  Noha estaba indignado.

— Los ricos son todos iguales.  —  Tommy parecía estar de acuerdo con Noha. Miro a John que está muy concentrado.

— En que piensas.

— Tiene sentido, él siempre te trató diferente, digo, cuando iba al orfanato solo hablaba Contigo, y es lógico que no te llevara a su casa, tengo entendido que Marco estuvo involucrado con la mafia.

— ¡¿Que?! ¿Quieres decir que mi padre era un asesino?

— No, claro que no, no lo malinterpretes. Puede que trabajara de chófer o algo parecido.

— En fin, solo les digo lo que me entere hoy, de todas formas, no importa, aclare lo sucedido con Marco, no quería que pensara que era una mal agradecida que se fue sin decir adiós. Ahora me iré a dormir.

Me despedí de mis amigos, pero un simple buenas noches no era suficiente para mi Noha, a él le di un beso en su mejilla y así aproveché a oler su magnífico aroma.

Apenas regresó de dejar a los niños en el colegio voy al restaurante a ayudar a Noha, mientras Tommy sigue buscando trabajo.

— ¿Hola, cariño, en que te ayudo? —el me observa y sus ojos brillan, ¿por qué?

—.... La mesa 5.

Pongo manos a la obra, hoy está muy movido, y mi teléfono no deja de sonar, pero no lo puedo atender. 

En este momento estoy con la máquina de expreso. Noha lo toma y contesta.

— Dice John que te necesita más temprano hoy.  —  Y no sé porque el hecho de que él me coloque su mano en la cadera y que me hable al oído me altera de tal manera que dejo caer el café en mi mano.

— ¿Estas bien?  Déjame ver. —se ve tan preocupado, que casi no siento dolor, casi.

— M****a, no es nada no te preocupes.

— Emma ven aquí. 

Toma mi mano la revisa y me lleva a la parte de atrás de la cocina a curarme, pero para mi sorpresa me levanta y coloca arriba de uno de los muebles, como si fuera una niña pequeña. Lo miro incrédula. Me veo tan pequeña a su lado, Noha mide 1.98.

— ¿Que? —pregunta sin comprender, ¿en serio?

— ¡¿Por qué me tratas como si fuera una niña?! —respondo molesta.

— No te enfades, eres muy baja, me harás doler la espalda, ahora quédate quieta.

Y mientras me cura lo observo, ese cabello largo un poco ondeado, color almendra, su piel bronceada naturalmente ni muy claro ni muy oscuro, veo su nariz perfecta, esa barba ni tan larga ni tan corta un tanto desaliñada, que lo hace ver tan intimidante, aunque claro con todos esos músculos saliendo de él, todo él grita peligro, y esos labios tan gruesos, tan tentadores. Me pierdo tanto en él que no siento nada de lo que está haciendo en mi mano, ni escucho lo que dice, solo soy consciente de levantar mi mano sana y colocar un mechón de cabello detrás de su oreja, y ese contacto, me pierde en tiempo lugar, espacio todo, simplemente y como estúpida, después de colocar el mechón de pelo detrás de su oreja, mis dedos empiezan a descender lentamente por su pómulo, rascando un poco su barba y su cuello, yo solo miraba mi mano y el recorrido de esta, hasta que llego a su cuello, y antes de dejarla caer, levante la mirada y me encontré con sus ojos, esos que últimamente me miraban distintos.

— Perdón.  —  Fue lo único que atine a decir. Podía sentir la sangre golpeándose en mi cara.

— Tú puedes hacer conmigo lo que quieras Emma.  — ¿Porque su voz suena tan ronca, como cargada de deseo?  Pero, que...yo no... ¿O si quería? Tengo que salir de aquí o... ¿lo besare? ¡DIOS!

— Me voy al trabajo.  —  Bajo del estante de un salto y salgo disparada.

— Deberías faltar hoy. Tienes la mano---

—No, ya ves, John me necesitas. Le pediré a Tommy que busque a los niños y los lleve a la empresa. —Y con esa escusa salgo casi corriendo. 

Qué demonios te pasa Emma, eres idiota o que. Noha es tu amigo, no lo olvides.

Con eso en la mente llegó a la empresa.

— Emma, menos mal que llegaste, cuando terminen de imprimirse las copias, llevarlas a la oficina de Marco tengo una reunión con él y voy tarde.

— Okey.  —  Le contesto no muy convencida a John. 

— ¿Sucede algo? —a pesar de lo apurado que estaba se detuvo al ver mi rostro.

— No, no, nada, he, la secretaria de Marco, ¿me dejará entrar?

— No te preocupes le diré a él que te estoy esperando. 

— Bien.

Eso me deja más tranquila, esa mujer no me mira nada bien.

Pobre John, se ve tan atareado Tal vez sería conveniente pedirle que me deje trabajar la jornada completa...  pero Noha necesita ayuda. ¿Rayos cómo podría ayudar a los dos?

Una vez que tengo las copias ordenadas subo a la oficina de Marco. 

— Hola, el señor Rodríguez me está esperando. 

— Pasa.  — ¿Qué le sucede a esta mujer? ¿Por qué me mira así?

Me apresuro a golpear la puerta.

— Adelante. —es lo que recibo de respuesta.

Ya que tengo mi mano quemada, se me dificulta abrir la puerta y tener las carpetas con la mano sana, optó por girar y empujar la puerta, pero para mí enorme vergüenza me tropiezo y caigo hacia delante, sin embargo, antes de caer contra el piso alguien me agarra.

— ¿Estas bien? —cada musculo de mi cuerpo se tensa, esa voz.

— Demetri. —   digo apenas en un susurro.

— ¿Tu? —su cara se de asombro absoluto.

Definitivamente hoy no era mi día. Demetri, los años te han favorecido aún más si eso es posible, es mucho más alto que la última vez que lo vi, casi tan alto como Noha, siento su agarre, tan masculino, me mira con esos ojos color avellana, ahora tiene una barba definida y tupida, tan rubia como su cabello.

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