Amaia.
El sonido del viento se cuela por las rendijas de la vieja mansión, como si se tratase de un eco que anuncia que algo está a punto de suceder… Reacomodo el chal sobre mis brazos cuando un escalofrío me invade. Ante mí el gran salón con cortinas cerradas y sobre la mesa una taza de té humeante.
Cierta sensación extraña me recorre, aunque no consigo identificar su causa. Sin embargo, los eventos de la noche anterior pueden ser una gran posibilidad. Busco el rostro de Diara, pero no se ha despertado o quizá me esté evitando. Hace mucho tiempo que no se enfadaba tanto conmigo…
Saboreo la manzanilla, pero antes de llevar otro sorbo el teléfono antiguo cobra vida. Su timbre abrupto e inesperado me hace soltar la taza hasta que cae para romperse contra el suelo.
— ¿Hola?
Me apresuro, pero nadie responde, tan sólo una respiración agitada que parece masculina ¿Padre?
—Quieren matarla, por ser la última, alteza.
Es una voz distorsionada.
—... ¿Quién habla?
—Usted es una amenaza para