Punto de Vista de Kaelen
Cuando el mercado estuvo impecable —tan limpio que juraría que los adoquines brillaban—, los chicos se desplomaron sobre sus escobas, jadeando.
—Se acabó... —jadeó Bigote Irregular—. Somos... libres...
Jejeje. ¿De verdad pensaron que los dejaría ir tan fácilmente?
Di una palmada.
—No. No han terminado.
Luis Miguel gimió.
—¡¿Qué más quiere de nosotros?!
Me apoyé en un puesto, cruzando los brazos.
—Ya que están tan ansiosos por aprender sobre la humildad, supuse que les encantaría el siguiente paso. Van a ir de vendedor en vendedor y a disculparse personalmente por todos los problemas que les hayan causado. Y preguntarán si hay algo que puedan hacer para ayudarlos.
Sus ojos se abrieron simultáneamente con horror.
—Está bromeando —dijo uno de los chicos con sequedad.
—¿Parece que estoy bromeando?
—Pero...
Crují mis nudillos.
Luis Miguel se enderezó de inmediato.
—¡Lo haremos!
—Así se habla.
Y así, el sufrimiento continuó.
Se arrastraron de puesto en puesto, su or