—Ya no lo está— sonreí y tomando la canasta, entré a la casita.
Esteban se había quedado atrás, un poco boquiabierto, la verdad, disfrutaba esos momentos en los que llegaba a sorprenderlo.
—¿Hola? ¿Hay alguien aquí?— Preguntó Esteban, parándose a mi lado.
Todo estaba en completo silencio, parecía estar totalmente abandonado el lugar, aunque… las pocas cosas que había, estaban por todo el lugar, como si alguien hubiera entrado a saquear.
—No hay nadie, deberíamos irnos— susurró para darse la vuelta.
—¡Hola! ¿Estás aquí pequeño? Queremos ayudarte ¿me recuerdas?— comencé a decir en voz alta, mientras recorría el lugar.
—Emma ¿qué haces?— preguntó Esteban algo confundido.
—Él está a