Después de un par de copas la sobriedad lo abandonó por completo, estaba bastante risueño y la diferencia que había con su «versión sobria» estaba a un abismo de distancia.
—¿Le he dicho lo bella que se ve con ese vestido?— se acercó a mí.
Sus movimientos eran bastante torpes, denotaban con facilidad que el efecto de aquella bebida y su combinación con aquella medicina estaba comenzando a manifestarse.
—Su majestad… es la quinta vez, pero no me canso de escucharlo— sonreí.
—No es correcto que una dama esté a solas en la habitación de algún hombre… sin importar si es o no su prometido… Sin embargo, usted tiene claridad en eso ¿No es así princesa?— acarició mi cabello,
Si Esteban lo observara de esta manera le habría bajado una mano.—Conozco perfectament