—No, Alex —Le digo por milésima vez, pero él no me escucha y prosigue jalando mi brazo para arrastrarme y obligarme, prácticamente, a entrar a la casa.
  Mi novio, es muy extraño llamarlo de esa forma, en fin, Alex es la terquedad personificada y él no acepta un no como respuesta. En ocasiones detesto su actitud.
  No es posible que siempre termine cediendo a él y haciendo su santa voluntad.
  Él prácticamente me empuja y luego se dedica a agarrarme de la cintura. Yo sé que es una pésima idea, esto va a salir muy mal, pero él está convencido y como ya mencioné antes es muy terco.
  —Vamos, no seas cobarde, hermosa, ¿No querías ser mi mujer? Ahora lo eres oficialmente y debes cumplir con todas tus obligaciones.
  —Pero es muy apresurado, cada quien en su casa estaría mejor —Le sugerí.
  —No puedo elegir entre tú y mis hijas, hermosa.
  —Nunca te pediría eso, yo amo a las niñas.
  —Entonces vivirás conmigo porque no puedo dividirme entre dormir contigo o darle las buenas noches a las ni