Por Carolina
Llegué a casa desesperada por abrazar a las nenas.
Las abracé llorando, emocionada como nunca.
No sé cuanto entendía Brenda, Priscila sí entendía lo que había sucedido.
-¿Cómo lograste que firme?
Me preguntó Priscila.
Esa pregunta, casi de adulto, me descolocó.
-Lo logró Sergio, que es el mejor abogado, y también vos, cuando hablaste con el juez, pero hay cosas de las que no se puede enterar nadie más.
-Sí, lo sé.
-Y perdón, pero le cedí a Silvia en nombre de ustedes algunos bienes.
-¿Qué bienes?
Me pregunta Priscila y me doy cuenta que no creo que sepa lo que significan los bienes.
-La casa de Punta y el yate, también el Mercedes... y una parte de las ganancias del hotel del sur.
-Tía, no nos importa nada de eso, solo queremos estar con vos.
-Si, tía, la tía Silvia es mala.
Dice Brenda, que escuchaba todo muy atentamente.
-Ya no se tienen que preocupar, un juez firmó un documento y ustedes no van a tener que estar nunca más con Silvia.
-Pero casi no estábamos con ella.
-