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Capítulo 8 – El Peso de la Sangre

Alina

Me despierto de un sobresalto, el corazón latiendo a mil por hora. La oscuridad de la habitación me envuelve, y la frescura de la noche resbala sobre mi piel desnuda. Damon ya no está. Lo siento incluso antes de comprobarlo. Su olor almizclado, esa mezcla de pino y cuero, aún está presente en el aire, pero su ausencia es una evidencia.

Me siento lentamente en la cama, pasando una mano por mi cabello desordenado. Mi corazón todavía late demasiado rápido, una ansiedad sorda comprimiendo mi pecho. Damon se ha ido. Pero, ¿por qué?

El mansión está en silencio, apenas perturbado por el sonido del viento que silba contra las ventanas. Una brisa fría se desliza por debajo de la puerta de la habitación, levantando un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral.

Me levanto, enrollando una manta alrededor de mis hombros, y me acerco a la puerta. Mi pie descalzo roza la alfombra de seda, y el eco de mis pasos resuena en el pasillo vacío.

Un retumbo sordo sube desde la planta baja. Instintivamente, mis piernas me llevan hacia el ruido.

Damon.

Lo siento. Su ira. Su rabia.

Bajo las escaleras lentamente, mis manos aferrándose a la barandilla. Cuando llego a la sala, lo veo.

Damon está sin camiseta, la espalda tensa, su respiración irregular. Sangre gotea de sus puños, un corte fino a lo largo de su torso. Frente a él, Viktor está apoyado contra la pared, una expresión impenetrable en el rostro.

— ¿Qué ha pasado? susurro.

Damon gira la cabeza hacia mí. Sus ojos son de un dorado incandescente, su lobo en la superficie.

— Nada que te concierna.

— Si te pone en este estado, me concierne.

Se acerca a mí, su presencia abrumadora, dominante. Su torso desnudo brilla bajo la luz tenue del fuego, cada músculo tenso bajo la piel.

— Estoy manejando la situación, Alina.

Levanto el mentón, mis ojos en los suyos.

— Aparentemente, no.

Una sonrisa cruel se desliza por sus labios.

— No tienes idea de lo que está en juego.

— Entonces explícame.

Viktor se ríe en su rincón.

— Tiene agallas. Entiendo por qué estás tan fascinado.

Damon se vuelve hacia él, un gruñido sordo escapando de su garganta.

— Sal de aquí.

Viktor se endereza, su sonrisa fría ampliándose.

— Más te vale marcarla pronto, Damon. O alguien más lo hará en tu lugar.

Damon está sobre él en un segundo. Su puño se estrella contra la mandíbula de Viktor, que se estrella contra la pared. El sonido del impacto resuena en la habitación.

— Si pronuncias su nombre una vez más, te romperé el cuello.

Viktor se ríe, escupiendo sangre.

— Estoy curioso por ver eso.

Damon retrocede, su pecho subiendo y bajando rápidamente por la ira.

Viktor se endereza lentamente, su sonrisa carnívora intacta a pesar de la sangre en sus labios.

— Hasta la próxima.

Se esfuma, dejándome sola con Damon.

Me acerco a él, colocando una mano sobre su torso. Está caliente bajo mis dedos, cada músculo tenso bajo mi palma.

— Damon…

— Tiene razón.

Frunzo el ceño.

— ¿De qué hablas?

Su mirada se oscurece, dorada e intensa.

— Si no te marco, alguien más lo hará. Ellos sienten tu debilidad, tu estatus de omega. Vendrán por ti.

Retrocedo un paso, pero él agarra mi mano, reteniéndome.

— ¿Crees que soy débil?

— No. Pero ellos lo creerán.

— ¿Y tú? pregunto con una voz temblorosa.

Sus ojos brillan en la sombra.

— Sé que eres fuerte. Pero no necesitarán vencerte. Solo necesitarán reclamarte.

Mi aliento se corta.

— ¿Reclamar?

Se acerca, su torso rozando el mío.

— Un alfa puede tomar a un omega. En contra de su voluntad. Si piensan que no estás unida a mí, vendrán.

Mi garganta se cierra.

— Entonces márcame.

Sus pupilas se dilatan.

— No es tan simple.

Me pongo de puntillas, mis labios rozando los suyos.

— Si eso me protege, entonces hazlo.

Él pasa una mano por mi cabello, sus dedos enredándose en mi nuca.

— Si te marco, estarás unida a mí. Sentirás todo lo que yo sienta. Cada ira. Cada dolor. Cada deseo.

Deslizo mis manos sobre su torso, sintiendo su corazón latir bajo mi palma.

— No tengo miedo de ti.

Él se inclina hacia mí, su aliento caliente contra mi mejilla.

— Pero yo tengo miedo de perderte.

Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, pegándome a él.

— Entonces no me pierdas.

Él gruñe, su lobo rugiendo justo debajo de la superficie. Sus labios rozan mi garganta, donde su huella marcaría mi piel para la eternidad.

— Si te marco… no habrá vuelta atrás.

— Entonces hazlo.

Sus colmillos rozan mi piel. Un escalofrío recorre mi cuerpo, y siento su respiración acelerarse.

— No aún, murmura con voz ronca.

Se aleja bruscamente, respirando con dificultad.

— ¿Por qué? pregunto, el corazón latiendo.

Él me mira, su mirada encendida.

— Porque quiero que estés lista.

Retrocedo un paso, la garganta apretada.

— ¿Y si nunca estoy lista?

Su sonrisa se suaviza, pero su mirada sigue oscura.

— Entonces te protegeré. Hasta mi último aliento.

Siento una ola de calor invadirme.

Se acerca, colocando una mano en mi mejilla.

— Duerme, Alina. Mañana, el juego comenzará de verdad.

Asiento, pero sé que será difícil encontrar el sueño esta noche.

Lo miro alejarse, su espalda musculosa desapareciendo en la sombra. Mi corazón late con fuerza.

Damon tiene miedo de perderme.

Pero lo que más temo… es que tenga razón.

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