Alina
Por la mañana, la luz helada del día se filtra a través de las amplias ventanas de la mansión, infiltrándose en la habitación como una brisa cortante. Estoy acostada en la cama, agotada, cada músculo de mi cuerpo me recuerda el entrenamiento de la noche anterior. El dolor aún es intenso, pero solo añade a la extraña emoción que burbujea en mí. Cada combate, cada caída, cada contacto brutal con Damon, todo me ha dejado sin aliento, mi cuerpo en llamas, pero mi mente atormentada.
¿Por qué esta atracción? ¿Por qué esta desgarradora sensación con cada movimiento de Damon, cada orden que me lanza, cada abrazo violento? Debería odiarlo. En lugar de eso, una parte de mí quiere más.
Un golpe seco en la puerta me saca de mis pensamientos.
— Alina. Baja. Ahora.
Su voz, fría y autoritaria, me golpea como un látigo. No espera. Exige.
Aprieto los dientes, mis muñecas aún duelen por las llaves de la noche anterior. Una parte de mí, con un sabor a rebeldía en la garganta, me grita que le desobedezca, que vea hasta dónde está dispuesto a llegar. Pero la otra, la que me quema por dentro, la que me llama al desafío, sabe que nunca podré resistirle totalmente.
Me levanto, vistiéndome con una ropa sencilla: unos jeans negros, una camiseta ajustada y una chaqueta de cuero. Mi mirada se fija en el espejo. La silueta que me devuelve la mirada es a la vez frágil e implacable. Mi cabello está recogido en una alta coleta, decidida a no mostrar nada.
Cuando abro la puerta, él está allí. Damon. Su mirada helada escanea mi cuerpo. Su sonrisa es depredadora. El aire entre nosotros está cargado de tensión, de no dichos, de desafíos.
— Te has tomado tu tiempo.
— No me gusta que me den órdenes, replico, un desafío vivo en mi voz.
Una sonrisa lenta, de un hombre que sabe que tiene el control. Y que se aprovecha de ello.
Me agarra brutalmente por la muñeca, tirándome por el pasillo.
— ¿A dónde vamos?
— Vas a conocer a alguien.
— ¿Quién?
— Un aliado. O un enemigo. Dependerá de ti.
Mi corazón late con fuerza. Cada palabra que pronuncia es una promesa de peligro. Cada gesto, una amenaza. Me lleva, y mis pasos siguen como un eco de la tormenta que se avecina.
Avanzamos por los fríos pasillos de la mansión, las paredes de piedra cerrándose sobre nosotros. Las tapicerías oscuras, las antiguas armaduras... La atmósfera aquí es implacable, cada rincón de la mansión parece impregnado de violencia. Damon empuja una pesada puerta, y entro en una gran habitación, con un techo abovedado, helada de silencio.
Un hombre está sentado en un sillón de cuero negro. Emana una aura de poder, su postura es perfecta. Su cabello rubio está impecablemente peinado. Me mira con una calma helada. Sus ojos azules me estudian, fríos e implacables.
— Alina, te presento a Viktor.
El silencio es pesado. Viktor se levanta, se acerca con una lentitud felina, su mirada nunca se aparta de mí. Da una vuelta a mi alrededor, su mirada penetrante, escrutando cada movimiento de mi cuerpo con una precisión que me hace estremecer.
— Entonces, ¿es ella? dice con una voz suave, como si la pregunta fuera un juego.
Damon se coloca sutilmente delante de mí, protector y posesivo.
— Sí.
Viktor se detiene frente a mí, una sonrisa helada en sus labios. Su mirada desciende lentamente hasta mi cuello.
— No está marcada, dice, con un destello de burla en su voz. Curioso.
Siento la tensión eléctrica que emana de Damon, su mirada se ha vuelto tan dura como el acero. Un rugido sordo se eleva en él.
— Ella me pertenece.
Viktor levanta una ceja, su sonrisa no se debilita.
— ¿De veras?
No puedo evitar estremecerme. Esta reivindicación en la voz de Damon... Me desgarran por dentro.
— No pertenezco a nadie, replico fríamente.
Viktor ríe, una risa suave, irónica.
— Interesante.
Me rodea, lentamente, con una atención casi demasiado deliberada. Siento sus ojos sobre cada centímetro de mi piel, y mi sangre hierve, pero Damon está allí, muy cerca, su aliento volviéndose más pesado, más amenazante.
— Tócala, y te reviento la cabeza, gruñe, un tono de promesa subyacente.
Viktor se detiene, su sonrisa no desaparece.
— Relájate, Damon. Solo estoy jugando.
— Ella no es un juguete.
Viktor se vuelve hacia él, sus miradas se enfrentan, una lucha de poder silenciosa que me hiela.
— ¿Estás seguro de que puedes mantenerla bajo control?
— No tienes que preocuparte por eso.
Viktor se aleja, pero su mirada sobre mí no flaquea, enigmática y calculadora.
— Está bien. Pero recuerda, Damon, una omega sin marca es una presa. Si no la marcas, alguien más lo hará.
Siento que mi aliento se detiene en mi garganta, un terror desconocido que nace en mí.
— Puedo defenderme sola, replico, mi voz más cortante de lo que debería ser.
Viktor se vuelve lentamente hacia mí, su mirada fría penetrando en la mía.
— Quizás. Pero ¿hasta dónde estás dispuesta a llegar para sobrevivir?
Sostengo su mirada sin flaquear.
— Hasta donde sea necesario.
Una sonrisa satisfecha se extiende por sus labios. Damon no dice nada, pero su brazo se ajusta alrededor de mi cintura, su contacto un ardiente recordatorio de lo que reclama.
— Tiene fuego, Damon. Entiendo mejor por qué la quieres.
Damon se acerca a mí, posando una mano posesiva en la curva de mi espalda. El calor que me atraviesa me deja sin aliento. Me tenso, pero está demasiado cerca, demasiado poderoso.
— Ella es mía.
Viktor se inclina ligeramente, una última sonrisa enigmática flotando en sus labios.
— Ya veremos.
Se da la vuelta y sale de la habitación, dejándome sola con Damon, la tensión aún más palpable que antes.
Me aparto de él, el corazón latiendo con fuerza.
— ¿Por qué dijiste eso? ¿Por qué me reivindicaste? le pregunto, la voz temblando involuntariamente.
Damon se acerca, su mirada sigue siendo intensa, deslizándose sobre mí como un abrazo invisible. Sus dedos rozan mi mejilla, una caricia que me desestabiliza.
— Porque lo eres.
Retrocedo hasta chocar con la pared, los ojos fijos en él.
— No soy tu propiedad.
Él avanza aún más, su pecho rozando el mío. Su aliento caliente sobre mi piel me hace estremecer. Sus labios rozan mi sien.
— Entonces, ¿por qué late tu corazón tan rápido?
Trago saliva, mi respiración se vuelve errática.
— No es por ti.
Él sonríe lentamente, casi con desdén.
— Claro que no.
Finalmente se aparta, pero el peso de su presencia permanece sobre mí. Una promesa y una amenaza.
— Prepárate, Alina. Esto es solo el comienzo.
Y antes de que pueda responder, se aleja, dejándome sola con el tumulto en mi mente, la quemadura en mis venas, y ese deseo que me devora tanto como mi odio.
El juego de poder apenas comienza.
DamonLa noche es espesa, silenciosa, pero mi mente está en ebullición. Alina duerme pacíficamente en la cama a mi lado, su respiración regular calmando temporalmente la rabia que ruge en mis venas. Sin embargo, incluso en su sueño, me atrae irresistiblemente. Su olor dulce llena el aire, y mi lobo lucha por no ceder al instinto.AlinaEl silencio de la mansión es opresivo. Solo el crepitar discreto del fuego en la chimenea y el sonido de mis pasos resuenan en el largo pasillo de piedra. Las palabras de Viktor giran en mi mente: "Si no la marcas, alguien más lo hará."Un escalofrío recorre mi espalda. Odio la idea de ser vista como una presa. Una ómega se supone que debe ser sumisa, obediente, destinada a doblegarse al capricho de un alfa. Pero no soy una ómega ordinaria.Me detengo frente a una gran puerta de madera maciza. Detrás, puedo sentir la presencia de Damon. Su aura oscura y poderosa late a través de la madera, una fuerza magnética que atrae y asusta al mismo tiempo.La abro
AlinaMe despierto de un sobresalto, el corazón latiendo a mil por hora. La oscuridad de la habitación me envuelve, y la frescura de la noche resbala sobre mi piel desnuda. Damon ya no está. Lo siento incluso antes de comprobarlo. Su olor almizclado, esa mezcla de pino y cuero, aún está presente en el aire, pero su ausencia es una evidencia.Me siento lentamente en la cama, pasando una mano por mi cabello desordenado. Mi corazón todavía late demasiado rápido, una ansiedad sorda comprimiendo mi pecho. Damon se ha ido. Pero, ¿por qué?El mansión está en silencio, apenas perturbado por el sonido del viento que silba contra las ventanas. Una brisa fría se desliza por debajo de la puerta de la habitación, levantando un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral.Me levanto, enrollando una manta alrededor de mis hombros, y me acerco a la puerta. Mi pie descalzo roza la alfombra de seda, y el eco de mis pasos resuena en el pasillo vacío.Un retumbo sordo sube desde la planta baja. Instint
AlinaEl sol apenas ha salido cuando me despierto, el corazón pesado. La noche ha sido agitada, y a pesar del calor de la cama, el frío se ha infiltrado en mí, dejándome una impresión de vacío. Damon no está aquí. Una vez más.Paso una mano por mi cabello desordenado y me incorporo lentamente. La manta se desliza sobre mi piel desnuda, y un escalofrío me recorre. Mi cuerpo aún lleva la marca invisible de su presencia: el calor de sus manos sobre mi piel, la presión de su aliento contra mi cuello, el profundo rugido de su lobo resonando en mi pecho.Me levanto, vistiéndome con un fino albornoz de seda, y me acerco a la ventana. El jardín de la mansión está sumido en una ligera niebla, el sol luchando por atravesar el velo gris. El aire es frío, mordaz.Mi mirada se posa en Damon, afuera. Con el torso desnudo, en pantalones de combate negros, está entrenando en el patio. Sus músculos se mueven bajo su piel mientras golpea un saco de arena colgado de una viga. Su respiración es regular,
DamonEstoy en mi oficina, sentado detrás del gran escritorio de caoba, con las manos juntas bajo mi mentón. El silencio de la habitación es casi ensordecedor, únicamente perturbado por el tictac regular del reloj colgado en la pared. Mi mirada está fija en el expediente abierto frente a mí: fotos, informes, nombres. Enemigos. Amenazas potenciales.Debería concentrarme. Hay asuntos que resolver, alianzas que proteger, territorios que defender. Pero mi mente está en otro lugar. Atrapada en el recuerdo del sabor de los labios de Alina, del escalofrío de su piel bajo mis manos, del calor de su aliento contra mi garganta.Gruño, cerrando el expediente con un gesto brusco. Una sombra pasa frente a la puerta. Un golpe discreto resuena.— Entra.La puerta se abre y aparece Caël, con su expresión severa. Se mantiene erguido, como siempre, su mirada metálica sondeando la habitación antes de posar sus ojos en mí.— Tenemos un problema, dice con un tono neutro.Me levanto lentamente.— ¿Cuál?—
Capítulo 1 – La PresaAlinaEl bosque parece querer tragarme por completo. Cada paso es una agonía; mis pies desnudos se cortan en las piedras, mis piernas golpeadas ceden bajo la fatiga. El aire helado se infiltra bajo mi vestido desgarrado, mordiendo mi piel en llamas. No soy más que un animal acorralado, jadeante, desesperado.Corro hacia una frontera invisible, una última esperanza ilusoria. El viento azota mis mejillas empapadas de lágrimas y sudor. Cada respiración es un gemido. Mis fuerzas me abandonan, una a una.Detrás de mí, se acercan. Sombras. Lobos. Mi propia manada, convertida en manada de caza.A sus ojos, no soy más que una ofrenda sacrificial. Un trozo de carne débil, abandonado a la crueldad de aquel a quien todos temen.Damon.Su nombre resuena en mi cabeza como un látigo.Un alfa implacable, más bestia que lobo, que ha forjado un imperio en el miedo y la sangre. Se dice que se alimenta de la debilidad, que la devora y escupe lo que no es digno de él. Y ahora, soy y
AlinaEl barro se adhiere a mi piel, helado, mientras Damon me observa, de pie, impasible, como si decidiera si me va a matar o a mantener.Cada latido de mi corazón es una súplica silenciosa. Mi respiración es entrecortada, mis miembros tiemblan, todo en mí grita debilidad.Y él, se regodea en eso.— Levántate, ordena de nuevo, su voz áspera desgarrando la noche como un látigo.Intento ponerme de pie. Mis brazos flaquean. Mis rodillas se hunden en la tierra empapada. Soy ridícula. Miserable. Y sé que es lo que quiere. Que quiere verme luchar en vano contra mi propia impotencia.Un gruñido frustrado ruge en su pecho. En dos zancadas, está sobre mí, asiéndome sin piedad del cabello, arrancándome un grito ahogado.Tira, forzando mi rostro hacia el suyo, tan cerca que puedo ver la chispa de desprecio danzar en sus ojos de fiera.— Ni siquiera tienes la dignidad de mantenerte erguida, susurra en mi oído. No eres nada. Menos que una loba. Menos que una perra.Sus palabras me desgarran por
DamonElla me desafía. Incluso allí, frágil, agotada, al borde del colapso, ella me desafía.Esa chispa de rebeldía en sus ojos me consume con un deseo crudo. La mayoría de los seres se derrumban ante la primera mordida. Ella no. Ella se rebela, por dentro, aunque su cuerpo ya traiciona sus límites.La llevo de regreso a mi dominio con un paso firme, atravesando el bosque como un espectro negro. Alina pesa poco en mis brazos, su aliento ligero rozando mi garganta. Pero esa fragilidad no es más que una ilusión. Lo sé. Lo he visto.Mis hombres, ocultos en las sombras de los árboles, se congelan a mi paso. Ninguno se mueve. Ninguno se atreve a cruzar mi mirada. Saben mejor que nadie que cuando estoy en este estado – excitado, hambriento, peligroso – es mejor mantenerse alejado.Las grandes rejas de hierro forjado chirrían en un susurro siniestro a mi acercamiento. Mi dominio. Mi santuario. Mi trampa.Una mansión colosal surge en el corazón del bosque, sus piedras oscuras rezumando
AlinaMe despierto de un sobresalto, con la respiración entrecortada, el cuerpo temblando. La oscuridad de la habitación me golpea como un puñetazo, opresiva, asfixiante. El miedo me aprieta, me envuelve, me vuelve vulnerable. Mis pensamientos son confusos, enredados por el eco de su voz. Ahora eres mía. Sus palabras martillean mis sienes, resuenan en cada fibra de mi ser.Llevo una mano temblorosa a mi garganta, sintiendo aún el calor de su aliento contra mi piel. Damon. Esa bestia seductora, ese depredador implacable. Sus ojos negros me persiguen. Me ha salvado, sí. Pero, ¿de qué, y a qué precio?Me incorporo, los músculos adoloridos protestando ante el más mínimo movimiento. Mi vestido, desgarrado, deja una parte de mi piel al aire. Una quemadura en mi hombro recuerda el roce de sus garras. Me estremezco al recordarlo, una calidez y un terror que se mezclan de manera extraña en mí. No puedo permitirle tener ese poder sobre mí. No ahora.Me levanto, mis pies descalzos encuentran el