Alina
El silencio reina en la habitación, opresivo, pesado. Damon duerme a mi lado, su brazo pasado alrededor de mi cintura, pero su sueño es agitado. Siento la tensión en su cuerpo, el peso de las decisiones que ha tomado. Su respiración es entrecortada, su frente perlada de sudor.
Me incorporo lentamente, posando una mano en su torso desnudo. Su corazón late rápido, demasiado rápido. Sus rasgos están tensos, marcados por un dolor interno que nunca comparte completamente.
— Damon… murmuro suavemente acariciando su rostro.
Él abre de repente los ojos, su mirada oscura nublada por un destello de miedo.
— ¿Alina?
— Estoy bien. Estoy aquí.
Cierra brevemente los ojos, recuperando el aliento, luego desliza una mano en mi cabello, atrayendo mi rostro contra el suyo.
— ¿Pesadilla? pregunto.
Asiente con la cabeza, su frente contra la mía. — Siempre la misma. Tú… dejándome.
Acaricio su mejilla con la punta de los dedos. — Estoy aquí, Damon. No me iré.
Deja escapar un susp