Damon
El silencio que sigue a la batalla es casi ensordecedor. El olor a sangre aún flota en el aire, metálico y embriagador. Las cenizas de Kieran están esparcidas por el suelo, vestigios de un enemigo que ya no existe. Pero sé que esto no ha terminado. Una parte de mí aún lo siente: la amenaza que se cierne más allá de esta lucha.
Alina reposa contra mí, su respiración aún entrecortada tras la explosión de poder que liberó. Paso mi mano por su cabello empapado de sudor, mis dedos deslizándose por su nuca marcada por mi mordida. La marca aún está fresca, ligeramente roja, pero ya palpita con un resplandor dorado. Ella es mía ahora. Completamente.
— Damon...
Su voz es débil, pero percibo la fuerza detrás. Alina nunca ha sido débil. Incluso ahí, su poder chisporrotea bajo su piel, vibrando contra mí como una corriente eléctrica.
— Estoy aquí, murmuro mientras acaricio su mejilla.
Ella levanta los ojos hacia mí, su mirada dorada brillando en la noche. Un escalofrío me recorr