Damon
El sabor de la sangre resbala sobre mi lengua, metálico y caliente. Estoy en el centro del círculo, los cuerpos mutilados de los lobos enemigos esparcidos por el suelo a mi alrededor. El olor de la carne y de la sangre recién derramada flota en el aire, un perfume macabro que despierta mis instintos más oscuros. Mi respiración es pesada, mis músculos tensos por el esfuerzo.
Alina está a mi lado, su aliento es corto. Su silueta felina está tensa, sus garras aún manchadas de sangre. Su respiración es entrecortada, su mirada ardiente. Es magnífica en este estado de rabia animal. La luna ilumina su rostro, proyectando un resplandor plateado sobre su piel pálida y sus ojos llameantes.
Extiendo la mano hacia ella. Ella se estremece al contacto de mis dedos en su mejilla.
— ¿Estás bien?
Ella asiente, pero su mirada se desliza hacia el cuerpo de un lobo en el suelo. Su garganta está abierta, sus ojos vidriosos mirando al cielo.
— No debí haberte seguido, murmura.
— Si no hubieras venido