Iba a ser oficial, dentro de poco se sabría que era la novia del hijo de un magnate. Mi madre iba a matarme, estaba haciendo lo que justo toda mi vida me pidió que nunca hiciera.
Entré a mi habitación y observé sobre el escritorio la caja-cofre donde guardaba las cartas. Caminé en círculos, sintiendo las manos temblar y los ojos llenarse de lágrimas. Observé el calendario y después la vieja agenda color marrón donde anotaba mis pendientes. Me senté en la silla de escritorio y revisé los pendientes para el día, afortunadamente lo único que hacía falta del día anterior era el salir a trotar. Lo bueno es que podía hacerlo esa mañana, aún tenía bastante tiempo.
Me coloqué la ropa deportiva, bajé a la cocina y llené un potecito con agua.
—¿Ves? Estaba en lo cierto, volvió porque no se había ejercitado —comentó Marco a Natalie con una sonrisa de satisfacción.
—Déjala tranquila, es su rutina —regañó ella mientras empacaba los almuerzos en las loncheras—. Evie, ¿te dejo el almuerzo para lleva