He de aceptar que me gustó mucho Suiza, sus hermosas montañas y barrios medievales que me transportaban a épocas tan lejanas, además que aprender a esquiar fue una experiencia completamente diferente. Terminé disfrutando más del viaje que el propio Adam.
Parecía una niña pequeña, señalando cosas, pidiéndole a Adam que me tomara fotos. Y me impresionaba por todo, por los monumentos, los paisajes, los lagos, el chocolate que tenía un sabor tan diferente al que había probado antes.
El poder ir en barco y conocer las Cataratas del Rin, aprender palabras nuevas de otro idioma y conocer su historia me pareció sumamente interesante. Además, el poder caminar por las largas e inmensas montañas mientras conversaba con mi esposo, observando los maravillosos paisajes suizos, me hizo sentir como si estuviese en un mundo diferente.
Observando un atardecer en las mon