Tiene que estar

Ameline y Nataniel estaban en la habitación de Nataniel, con Prissy allí. El celular nuevo y la tablet descansaban sobre el escritorio, aún en sus cajas, símbolos del éxito del plan de la noche anterior. Prissy, con su vestido rosa pálido, estaba de pie junto a la puerta, ajustándose el bolso en el hombro, su rostro mostrando una sonrisa dulce pero cansada.

—Tengo que irme —dijo Prissy, su voz suave pero con un toque de disculpa—. Mi mamá y mis hermanos me están esperando para almorzar. Pero… fue increíble, ¿no? Lo logramos.

Ameline, sentada en el sofá desgastado, su vestido azul claro ondeando ligeramente, asintió con una sonrisa.

—Fue todo gracias a ti —dijo, su tono lleno de gratitud—. No sé cómo lo hicimos, pero lo hicimos.

Nataniel, apoyado contra el escritorio, sonrió, sus ojos brillando con admiración.

—Eres una genio, Prissy —dijo, su voz cálida—. Ese plan fue perfecto.

Prissy rió, sus mejillas sonrojándose.

—Oh, para —dijo, agitando una mano—. Solo hice lo que pude. Nos v
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