El departamento de Bianca, escondido en una zona discreta de la ciudad, era un refugio cuidadosamente elegido para su protección: un edificio anodino, de fachada gris, en un barrio donde nadie hacía preguntas.
El interior, sin embargo, destilaba su gusto por el lujo y el control: muebles minimalistas, cortinas oscuras que bloqueaban cualquier mirada indiscreta, y un espejo grande en la sala que reflejaba su figura mientras paseaba de un lado a otro, sus tacones resonando contra el suelo de madera.
"Maldito Froggs, maldito Frogtail, malditos todos" pensó, su rostro crispado por la rabia. El teléfono seguía en su mano, la pantalla aún mostrando la llamada reciente de Froggs, su voz nerviosa y entrecortada repitiéndose en su cabeza: "Mi padre me traicionó, Bianca. Retiró todo su apoyo. Creo que ya nos habrá entregado, seguro ya le dio información a Seth Rinaldi a cambio de un alto al fuego de sus pandillas. ¡Estamos jodidos!"
Bianca arrojó el teléfono contra el sofá, el aparato rebota