Serás mía para siempre

Ameline se subió encima de Seth, besándolo con fiereza en la cama, una pierna a cada lado de él.

Sin embargo, él no se resignó a quedarse quieto, la sentó sobre su regazo y se sentó también, comenzando a atacar su cuello con besos húmedos y calientes que la hicieron hervir de pies a cabeza.

No era suficiente, para ninguno.

Ella le arañó la espalda, pidiéndole más, y él gruñó y se puso de pie de repente, cargándola, para luego estrellarla contra la pared, soltándola y apartándose solo para mirarla jadeante un momento, recorriéndola de arriba abajo, para luego volver a acercarse y atraparla en un beso enloquecedor.

Ameline sintió el calor de Seth contra su cuerpo, la pared fría a su espalda un contraste que solo intensificaba la electricidad entre ellos. Su beso se volvió más hambriento, sus labios moviéndose con una mezcla de urgencia y deseo que reflejaba la complicidad entre ambos.

Fuera de la cama eran solo secuestrador y secuestrada, al menos para ella, pero en la cama… era
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