"Maldita sea, ¿dónde carajos está Bianca? ¿Y Froggs, dónde se metió ese hijo de puta?" Seth pensó, hundido en una silla frente a un escritorio improvisado en un almacén reconvertido en base de operaciones en la otra ciudad.
El lugar era un hervidero de tensión: el zumbido de los ventiladores, el tecleo frenético de los hombres revisando datos en los monitores, las fotos borrosas de Froggs y los reportes fragmentados sobre Bianca pegados en una pizarra improvisada. Cada pantalla mostraba mapas, rutas, y nombres que no llevaban a nada concreto. Seth sentía la frustración como un ácido en el estómago, quemándolo. Había pasado semanas persiguiendo sombras, y cada día sin resultados lo acercaba más al borde.
Su mente se desviaba a Ameline cada vez más, extrañandola, a su voz suave en las últimas llamadas, a la forma en que preguntaba por él con esa mezcla de preocupación y distancia. "Necesito terminar con esto, volver con ella" pensó, apretando los dientes. Pero no podía permitirse esa